miércoles, 27 de agosto de 2014
Regresar a Brooklyn
El viernes aterrizás, llegás al barrio y te encontrás a los rusos sentados en las afueras de sus casas de té, en las aceras de la avenida Ditmas, jugando backgammon, tomando té y fumando. Huele a mota. El sábado por la noche vas al nuevo club de jazz, donde un trío de jazz latino toca Jobim, Veloso, Pascoal, y la audiencia es de coreanos, taiwaneses, latinoamericanos y gringos. Conversás con el baterista, quien resulta ser paulistano. El domingo tenés pereza. Oís pasar el metro todo el día mientras leés en casa, pero al atardecer vas a nadar y ves el cielo encenderse. El lunes trabajás y te sentís un poco solo porque aquí no tenés familia aunque tenés tu brete. Pero le llevás a tus vecinos café, chocolates rellenos de maracuyá y una bufanda tejida por una artesana en Costa Rica, ponés la conversación al día con ellos y de paso te dan un platillo kosovar para que cenés bien. Te sentís más acompañado. El martes trabajás todavía más pero por la noche vas al bar donde toca música folk tu amigo irlandés y conversás con otros amigos. Te tomás una Guiness que te recuerda a tu amiga gallega que no está pero te quiere, y te sentís ya en casa, en otra de tus muchas casas.
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