sábado, 27 de mayo de 2017

Crónica Urbana: Su mano fría y callosa

Este fin de semana se cumplen tres años desde que empecé a escribir mis Apuntes y postales. Empecé, en aquel momento de soledad y aislamiento, como un acto de búsqueda, como una tentativa de escapar al laberinto de la soledad. Por un lado, quería observar más atentamente a los millones de personas que me rodeaban en Brooklyn. Por otro, intentaba conversar, contar, describir, expresar lo que veía. Inicialmente escribía solamente lo que veía en el mundo exterior a mi ser. Poco a poco fui mostrando también pedacitos, atisbos, de mi vida interior. Desde entonces, estos Apuntes y postales han sido bitácora, poemario, revista de crónicas, cuaderno de críticas culturales y hasta foro de despechos.

Empecé a escribir sin que nadie lo supiera. De vez en cuando, le contaba a alguna persona. Para mi sorpresa, he tenido lectores. Poquitos y poquitas, pero fieles. 

Esta semana he dado un nuevo paso que quiero compartir aquí, en este foro recóndito, escondido, pero íntimo. La revista neoyorquina de letras y artes latinoamericanas ViceVersa ha publicado mi primera "Crónica urbana", cuyo primer borrador escribí justamente aquí. Abajo comparto el enlace. Aparecerá una crónica mía en ViceVersa cada miércoles. Las compartiré en mis Apuntes y postales. Pero si les gusta la revista y su sección de Crónicas urbanas, por favor compártanla con otros.

Y les mando un abrazo. Aunque me parezca que lo envío al vacio del mundo cibernético, sé que les llegará a personas de carne, hueso y corazón.

Lean en ViceVersa y compartan si les gusta: "Su mano callosa y fría"

domingo, 14 de mayo de 2017

Noche de Supermambo!

Hay noches como esta en que voy a Barbès y me tomo un par de rubias inglesas y escucho música como la de Supermambo! y bailo y converso con compas, incluyendo un tico y una nica,  y conozco gente nueva, incluyendo una mexicana chilanga y una brasileña carioca, y me siento tan feliz que no quiero escribir. Quiero seguir bailando.




miércoles, 10 de mayo de 2017

Regresar a Ditmas Avenue

Hace tiempos no me daba una vuelta por mi antiguo barrio de Kensington y la avenida Ditmas. Esta tarde, al terminar de dar clases, quise ir. Caminé desde el campus hasta Kensington como lo hice por nueve años. No fue nostalgia, sino que recibí buenas noticias de mi papá en Costa Rica y quise celebrar brindando a su salud con una birra polaca, pero no una rubia ni castaña, sino una negra: Zywiec Porter 1881. Solamente la he visto en el mercadito polaco de Ditmas Avenue, entonces decidí buscarla y de paso recoger una lager castaña, pan negro lituano y un paquetito de pierogis, pasta rellena polaca. 

Y aunque no fui por nostalgia, cuando atravesé Ocean Parkway con sus anchos bulevares y entré al barrio por Ditmas Avenue, ya iba emocionado. Quería ver a mi antigua gente y mis antiguos mercaditos. Sin embargo, me sentí decepcionado. Mi antigua verdulería y frutería turca quebró. El local esquinero está cerrado y venido a menos. Afuera mal trabajaban, sin ganas, un par de obreros desmontando los estantes de madera que antes estaban pletóricos de fruta y verdura fresca. El mercadito guayanés hace un tiempo había quebrado. Cuando me fui del barrio ya era una licorera sin carácter. El mercadito mexicano, la Nueva Guadalupana, me pareció venido a menos también. El dueño estaba afuera fumando y no había clientes. La ferretería Bobman's, del viejito judío cuyo empleado de confianza es un muchachito mexicano, ya había cerrado y las cortinas metálicas estaban con candado. 

Al menos los rusos de la casita y club social Brandon's estaban sentados en sus mesitas en la acera, tomando té y fumando marijuana. Y el muchacho mexicano que vende tacos, tostadas y tamales en hieleras y contenedores que carga en un carrito de supermercado, estaba vendiendo sus delicias en la esquina de Ditmas con la calle East 3. Pero la sede administrativa y taller de Vila Windows, el negocio de instalación de ventanas de mi vecino kosovar Fatmir, ya había cerrado. Tenía esperanza de verlo. No lo pude saludar.

Al menos el mercadito polaco, Krakus Deli, mantiene su elegancia y orden. La señora rubia de sesenta años estaba allí, ordenando jaleas en los estantes de dulces y mermeladas. Y no estaba su mamá, más ancianita, pero había una muchacha joven nueva, muy rubia también. ¿Tercera generación? En las refrigeradoras tenían la Zywiec Porter 1881. De la alegría compré dos botellas y de paso compré una Lager 1865. Y pierogis. Y pan lituano. Y tostaditas cubiertas de semillas de girasol. 

Y con esta alegría en el corazón quise irme. No pasé a la barbería a ver si estaba mi antigua peluquera poblana, Cristina, la muchacha morena que me atendió desde que llegué a Kensington, cuando todavía tenía cabello para cortarme (la verdad sea dicha). Y tampoco entré al mercadito de Melo, el dominicano, a comprar aguacates. Me dio cosa que no hubiera buen aguacate ni buen plátano, ni estuviera Melo, ni me reconocieran los muchachos. 

Un día de estos vuelvo, saludo a Melo, le compro aguacate, saludo a Cristina en la barbería y luego paso por Vila Windows a saludar a Fatmir. Y si no está, le toco el timbre a su familia en el 2F de mi antigua casa de apartamentos. En esa casa, en el 2R, dejé pedacitos de vida y trocitos de corazón.

sábado, 6 de mayo de 2017

Cuentos nunca contados

Haber conocido a Enriqueta, la tortuga coqueta, me recordó a mis amigos de La Libélula y otros lugares en Tiquicia: Homero el carpintero, Alejo el cangrejo bermejo, el gallo Yayo, la gallina Gina (inmigrante italiana), el congo Mongo, la hormiga Amiga, el sapo Papo, la ranita Rita, la ardilla Yiya y sus amiguitos. Hace años a veces me daba por inventar cuentos y contárselos a mi Luna mientras cocinábamos. Ella me miraba con sus ojos negros y juguetones. Una vez me dijo: --Tú lo que necesitas es una hija como excusa para jugar tus juegos y contar tus cuentos--. Ya pasaron ocho años desde entonces.

jueves, 4 de mayo de 2017

Ángeles nos cuidan

Esta noche después de dar clases y nadar aún tenía energía, pero ya no me daba para trabajar más. Me puse a ver Y tu mamá también pues mi queridísima Jahel nos contó, la última noche que estuvimos reunidos en Costa Rica, que ella hizo un pequeño papel de extra en esa película. Busqué la escena de la fiesta de amigos de secundaria al inicio de la peli, reconocí a Jahel, pausé la imagen en la pantalla de mi compu, le tomé una foto y se la envié en plan juguetón, esperando que todo estuviera bien. Me respondió contándome que el lunes sufrió un accidente en bicicleta. Me alarmé y le pregunté cómo estaba. Bien, me dijo, pero sí sufrió golpes fuertes y se está recuperando. Por dicha y gracias a la Vida siempre hay ángeles alrededor. En este caso, algunos vecinos la asistieron y Moy, quien está en Costa Rica, logró acompañarla a emergencias y luego cuidarla. Ha estado recuperándose. "Cuidate", le escribí. "Eso hago", me respondió. Lo que quise decir es que en el fondo yo quisiera cuidarla. Como ella es inmigrante solitaria entiendo su situación y me enternece. Pero como no se puede estar en todo lado, es importante confiar: siempre hay ángeles, como Moy, que cuidan. Que me la cuiden a mi mexicanita, hoy y siempre. Amén.

martes, 2 de mayo de 2017

Cosechando abrazos en Bedawi y Farrell's

Mientras en casi todo el mundo se celebraba el Día del Trabajador, en la Yunai todos los asalariados estábamos breteando. "Lo que pasa," bromeaba yo con una amiga por texto, "es que en este país no hay trabajadores. Todos somos capitalistas y ricos entonces el Día del Trabajador no es necesario". En realidad para mí es el feriado más importante del año y sin embargo, irónicamente, no lo puedo celebrar. Pero de las bromas no pasé. Di mis clases con ganas. Resultado: al final del día, mientras regresaba a casa en el B68, me sentía exhausto. 

Creí que sería una noche de lunes silenciosa y solitaria. Y sin embargo la espontaneidad quebró el hado. Me llegó un texto de Niall: "Clare y yo vamos a cenar en Bedawi Cafe con un amigo inglés. ¿Querés venir?" Sí, me apetecía comer el ouzi de pollo con arroz, pasas y almendras servido sobre una ensalada de lechuga, tomate y pepino aderezada con yogurt y limón a la libanesa. Pero más me apetecía encontrarme con mis amigos. Ya me hacía falta verlos. Cuando llegué a Bedawi en Prospect Park West, a medio camino entre su casa y la mía, ya me estaban esperando. A Niall le di un fuerte abrazo. A Clare otro y un besito en el cachete. Ella siempre saluda de beso, supongo que por su época de estudiante en Madrid. Los besitos de Clare me gustan porque curiosamente no solo arrima cachete con cachete sino que me besa el cachete con sus labios. Osea, sí me da un beso. Al amigo inglés le di la mano.

Y luego comimos rico, bebimos una cerveza y tertuliamos. De Bedawi caminamos a Farrell's, una taberna muy patrótica, decorada con banderas gringas por todo lado, y cuyos parroquianos son oficiales de polícia y bomberos. Extraño lugar para que se tomen el zarpe un grabador inglés, un filósodfo tico y un músico irlandés (la maestra brooklyniana se fue a dormir pues se levanta temprano para ir a su escuela). Pero nos recibieron bien el barista y un par de parroquianos muy amigables y conversamos a gusto. 

Eso sí, los extranjeros antes de entrar pactamos no tocar ningún tema político ni social. Hablamos de deportes. Y el inglés me cayó muy bien pues elogió a la sele tica de Brasil 2014. Le conté que estuve en el estadio Mineirão cuando jugamos contra Inglaterra en Belo Horizonte. Pero era tan generoso el muchacho, un alma gentil y suave, que no le conté que en el estadio los ticos y brasileños le cantábamos en coro a los ingleses, eliminados: Na na na na, hey hey hey, good bye! Era demasiado buena gente el muchacho inglés. Nos terminamos la birra, tertuliamos un poco más, salimos de Farrell's, le di un abrazo al corkiano y otro al manchesteriano y me vine a mi cuevita, animado.