viernes, 30 de noviembre de 2018

Amantes en Japón: Asahi (朝日)

Quería dejar fluir el ki (気), osea, mi energía vital o espíritu. Por ello acudí a la sesión de acupuntura hoy. Mientras me relajaba y sentía que empezaba a fluir el , recordé estos versos de la canción "Lovers in Japan" de Coldplay:

  Lovers, keep on the road you're on
  Runners, until the race is run

  (...)
  Tonight maybe we're gonna run
  Dreaming of the Osaka sun
  Oh, oh

  Dreaming of when the morning comes

Imaginé a dos amantes andando su camino, atreviéndose a iniciarlo y perseverando en el trayecto.  El amor los lleva a soñarse juntos en Osaka, donde reciben al amanecer al asahi (朝日), el Sol matinal.

Me complací en imaginar que yo era uno de los amantes en Osaka, con mi espíritu rebosante de bienestar (元気). 

Y me regocijé en imaginar a mi amante saludando conmigo al asahi (朝日).

Salí de acupuntura renovado. Me fui a Koto Sushi en la esquina serena de las calles de Carroll y Henry. Pedí una cerveza Asahi para acompañar a mi almuerzo bento

Bebí la Asahi a nuestra salud: Kampai. カンパイ

Soñando con el Sol del Japón

jueves, 29 de noviembre de 2018

Silencio, Izakaya, Kioto y Amistad

Hay épocas en que me gusta guardar silencio, caminar, observar y sentir en soledad. Por ello me identifico tanto con la escena en que Charlotte viaja sola a Kioto en la película Lost in Translation.

Pero a veces me viene bien, en medio de esas épocas de silencio delicioso y solitario, encontrarme con un buen amigo. Anoche, a pesar del cansancio después de dar clases, nadar y trabajar, fui hasta Japan Society en Manhattan para encontrarme con Greg-san, mi buen compa de las clases de japonés y primer editor de mi libro. No nos veíamos desde el inicio de la primavera. 

Caminamos hasta la izakaya o taberna japonesa Riki. Allí solíamos reunirnos con Alanka-san y Robert-san después de clase. Ahora Alanka vive en Tokio, cerca del parque Ueno, y Robert vive en Hachioji con su familia. Quedamos Greg y yo en Nueva York. Con bocas japonesas -- calamar, pescado y pulpo asados -- y cerveza Kirin, nos pusimos al día. 

Y comentamos por más de una hora esa misma película, Lost in Translation. ¡Greg la ha visto como veinticinco veces! 

Entre muchas otras cosas, comentamos la escena en Kioto cuando Charlotte observa la procesión matrimonial de una pareja con vestimenta tradicional. La cámara enfoca un momento en que el novio le ofrece con cuidado su mano a la novia y ésta se la acepta con delicadeza. A mí toda la escena me alucina y me recuerda la vez que estuve en ese templo en las montañas que delimitan Kioto hacia el este.

Greg me hizo ver que esta escena se ve reflejada después en el bar del hotel en Tokio, cuando Bob le ofrece su mano a Charlotte y ella se la acepta. Es una de mis escenas favoritas. Compartir el placer de algo tan simple pero significativo es señal de una buena amistad.

Nos despedimos en la estación de trenes Grand Central ya cerca de la medianoche. Cada uno tomó su rumbo. Yo regresé a mi silencio tranquilo en Brooklyn, con la certeza de que vivo en el corazón de mis amigues así como mis amigues viven en el mío.
 
"Sola en Kioto" (Observar detalle de la mano al 1:48)

lunes, 26 de noviembre de 2018

Fiesta de agua y viento con Tláloc y Kaze

Tláloc vino a visitarme hoy porque me cayó toda su lluvia encima. Con él llego Kaze pues sus ventiscas me azotaron también.

Después de dar clases y nadar, pretendía venirme del campus de la U a casa pero justo entonces se desató un diluvio atlántico. Tuve que regresar a mi oficina, empapado porque no andaba paraguas cuando empezó a desahogarse el cielo. 

Trabajé un buen rato mientras esperaba a que pasara la tormenta. Se pusó el sol a las 4:31 pm. Media hora después ya era de noche. A las 6:00 pm la oscuridad era profunda. Yo continuaba trabajando y esperando a que acampara. Finalmente me convencí de que debía irme a casa. Me abrigué, agarré el pequeño paragüitas que guardo en mi oficina y salí a la intemperie.

Tláloc, dios mexica de la lluvia, y Kaze, el viento japonés, se encontraron en Ciudad de México, me extrañaron y vinieron a visitarme en Brooklyn. Cantaban y danzaban juntos. Hacían su fiesta de agua y aire para alegrarme.

Me uní a la fiesta. Mientras atravesaba el Parque Prospect con mis pies ya empapados, brincaba de aquí para allá, capéandome charcos y a veces cayendo en medio de ellos. Con mi voz desafinada y mi corazón apasionado cantaba el bolero de Armando Manzanero: 
  
  Esta tarde vi llover, 
  vi gente correr 
  y no estabas tú.

Me detuve junto al lago y lo saludé. El espíritu de Tláloc lo había poseído. El ímpetu de Kaze lo encrespaba. Yo lo admiraba, extasiado y feliz.

Ideograma de Kaze en la Biblioteca Vasconcelos

sábado, 24 de noviembre de 2018

De Tetzcotzinco a San José: Palacios, flora, jardín y jardinero

Hace una semana, caminando por Tetzcotzinco, el palacio de veraneo que erigió Nezahualcóyotl en las afueras de Texcoco, admiré la flora que crece en los cerros semiáridos de la zona. Abundaban los nopales cargados de tunas rojas, las suculentas jade con tiernos brotes amarillos y los árboles de sombra llamados pirules. Nezahualcóyotl tuvo a sus súbditos para construir su palacio y a la Naturaleza para regalarle la flora.

Dentro de pocas semanas estaré de nuevo en mi apartamento en San José. No es un palacio suntuoso sino un espacio sencillo. Pero se ha convertido en un palacio emocional, uno de mis hogares. Allá tengo un jardín pequeño pero hermoso, donde crecen rosales de flores magenta y amarillo, orquídeas de dos especies, enredaderas de pasiflora roja, bougainvilleas veraneras de flor blanca, geranios escarlata y otras plantas. 

No tengo súbditos, sino un Jardinero Fiel que cultiva mi jardín con Amor. Hoy es su cumpleaños. Lo felicité y por él doy Gracias. Soy un bendecido por la Vida. 

Flora en Tetzcotzinco

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Nezahualcóyotl: Fraternidad en Tetzcotzinco

Tetzcotzinco fue el palacio de veraneo mandado a construir por Nezahualcóyotl (1402-1472), el sabio rey de los acolhuas de Texcoco, para disfrutarlo con su reina. Se cree que las piletas de tezontle que aún se conservan en el sitio arqueológico eran sus baños. Un magnífico acueducto transportaba el agua desde manantiales ubicados siete kilómetros al este para abastecerlos. 

También se conserva intacta la estructura del trono de piedra de Nezahualcóyotl, ubicado en la base de un cerro cónico. Ascendiendo el cerro, se encuentra el Patio de los Danzantes y en lo más alto del cerro una terraza que, supongo, fue observatorio del cielo y de los valles alrededor de Tetzcotzinco.

Solitario y en silencio, desde la terraza-observatorio contemplé los valles, la ciudad de Texcoco, el lejano lago de Xochimilco al sur de la Ciudad de México y, en la sierra más distante, la silueta azul grisáceo de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl.

El sol de media tarde brillaba intensamente en la bóveda azul. La media Luna ya había aparecido hacia el este.

Me sentí dichoso de tener ese momento de paz y contemplación para mí solo. Se me llenó de gozo el corazón. Pensé en las personas que amo. 

Pensé en Nezahualcóyotl. Muchos poemas suyos, en náhuatl, se conservan hasta hoy y expresan una sabiduría humanista y una sensibilidad por el valor del ser humano y de la naturaleza conmovedoras. A veces, en uno de mis cursos de pensamiento latinoamericano, leemos sus poemas, comentados por el filósofo mexicano Miguel León Portilla. 

Reflexionar sobre esto enriqueció mi experiencia en la terraza más alta de Tetzcotzinco. Quise recordar algún poema suyo pero, aunque recordaba el sentido, no recordaba los versos.

Pero esa noche, ya de vuelta en Texcoco, mi amigo Mafaldo me recitó en español este poema del rey sabio que se expresaba en náhuatl:

  Amo el canto del cenzontle,
  pájaro de cuatrocientas voces,
  amo el color del jade
  y el enervante perfume de las flores,
  pero más amo a mi hermano el hombre.

Y yo amé Tetzcotzinco, su topografía, su flora, sus aves, sus lagartijas, sus grillos, su Luna hermosa frente a su Sol.

Pero más les amo a ustedes, aunque no les conozca. Y más te amo a vos, Luna de mis tardes y de mis noches.

Tetzcotzinco: Vista del cerro, trono al pie y terraza en la cima

domingo, 18 de noviembre de 2018

Las personas me guían: principio peripatético

Son las personas quienes me guían a los lugares que visito. Antes tenía una lista de lugares por conocer, aunque no conociera a nadie en esos lugares. 

Pero desde hace algunos años, sin decidirlo conscientemente, empecé a viajar principalmente para visitar personas: amigues que la Vida me presenta. Es un principio de mi vida peripatética.

Esta vez mi amigo Mafaldo me invitó a una conferencia de filosofía en la Universidad Autónoma Chapingo en Texcoco. Eso me permitió enganchar dos días y medio de investigación en la maravillosa Biblioteca Vasconcelos de la Ciudad de México.  Y antes pude pasar un fin de semana en Guadalajara, donde vive mi colega filósofo Francisco y tres amigas que conocí paseando en Oaxaca: Itzia, Pau e Ili. 

Y así disfruté de nueve días de placer, investigación y filosofía. Todo entre amigues.

Tlaquepaque, Jalisco, de noche (Foto: I.A.)

martes, 13 de noviembre de 2018

México en una laguna

"Guadalajara en un llano, México en una laguna", canta Jorge Negrete, el favorito de mi abuela Luz. 

Pues yo me vine del llano a la laguna, que en realidad está seca. Sólo quedó la gran Ciudad de México erguida sobre la antigua laguna.

Conmigo llegó un frente frío y lluvioso. Acá a veces llueve torrencialmente y parece que Tláloc, el dios mexica de la lluvia, quiere inundar la laguna de nuevo.

Pero aún con lluvia me alegré de regresar a CdMx, esta vez para investigar sobre arte y poesía modernista mexicanas. Aprovecho el acervo de la bellísima y espaciosa Biblioteca Vasconcelos, de acceso totalmente libre y público. 

Ya he aprovechado dos días placenteros y productivos en la biblioteca. He leído, sacado apuntes, escrito, paseado por sus serenos jardines y hasta apreciado arte japonés. Han sido dos días plenos de Vida intelectual y humanista. A CdMx y México las gracias.

México lindo y querido

Bitácora: Dos días en Guadalajara

Llegué a tiempo para desayunar chilaquiles en La Cafetería, en el centro de Guadalajara. Satisfecho con la delicia fui al Museo Cabañas, palacio colonial y antiguo hospicio. En la Capilla Mayor, me deleité apreciando los brillantes murales de José Clemente Orozco sobre la Conquista. Luego caminé a lo largo de la Plaza Tapatía por todo el centro hasta la Catedral y plaza de origen colonial. Me atrajo el colorido de la cúpula y torres de mosaicos amarillos de la Catedral. Este es un Mexico hispano.

Cerca de la sede antigua y céntrica de la Universidad Autónoma de Guadalajara tomé un café con mi colega Francisco, filósofo barbudo vestido de negro con este calor. Fue breve pero cordial el encuentro y nos veremos en abril en Vancouver.

Ya por la noche mis amigas Itzia, Pau e Ili me llevaron al festival de música alternativa 212 en avenida Chapultepec. En la calzada y frente a los escenarios se reunía la juventud tapatía de aire urbano y cosmopolita. En la calzada había esculturas de Catrinas coloridas y coquetas por el Día de los Muertos. Modernidad y tradición.

De allí nos fuimos a Tlaquepaque, pueblo mágico de calles angostas y empedradas y casas coloniales de dos plantas, fachadas coloridas y balcones coquetos. De balcón a balcón y de alero a alero colgaba papel picado multicolor por el Día de los Muertos también. La iglesita y plaza, más chiquiticas que las de Guadalajara claro, se me hicieron simpáticas. Ya casi a las 11 pm picamos: quesadilla de camarones, sopes de marlin y guacamole con atún fresco. Yo acompañé las botanas o bocas con una cerveza Pacífico. Cuando regresamos a Guadalajara, fui directo a dormir.

El domingo la llevé suave por la mañana. Por la tarde las muchachas me llevaron al pueblo mágico de Tequila. Hicimos una visita guiada por la tequilera Orendáin para conocer el proceso tradicional de producción del licor. Degustamos tequila blanco, reposado y añejo, 100% agave, es decir, sin mezclas con azúcares que no provengan del agave azul de Tequila que otorga la denominación de origen al licor. Me gustó el añejo. También probé un licor de café a base de tequila (no de licor de caña) que estaba delicioso. Pero la llevamos relativamente suave y salimos bien de la tequilera a comer en una marisquería del centro del pueblo. Pedimos camarones en aguachile, pargo zarandeado (a las brasas), empanadas de marlin y tacos de camarón. Delicia.

Un señor de casi ochenta años cantaba piezas tradicionales mexicanas para animar el ambiente. Vestía sombrero ranchero y llevaba bigotito recortado. Su potente voz parecía la de Pedro Infante o Jorge Negrete en el auge de su carrera. Como aceptaba peticiones, le solicité "Me he de comer esa tuna" y la cantó. Me alegró. Pensé en una rica tuna.

Luego caminamos por las calles empedradas, algunas aún con la cuneta de desagüe profunda en el medio, al estilo colonial. Los vivos colores del pueblo, acentuados por las calaveras y papel picado del Día de los Muertos, iluminaban el inicio de la noche.

Aún tuvimos tiempo de visitar una tequilera artesanal del siglo XIX y atisbar esculturas de Sergio Bustamante y Leonora Carrington en un jardín.

Regresamos a Guadalajara acompañados por un cachito de Luna. Nos despedimos con abrazos y mis agradecimientos. Y se acabó esta aventura tapatía.

Ay Jalisco no te rajes

domingo, 11 de noviembre de 2018

Guadalajara en un llano

La Vida peripatética y generosa me ha traído a Guadalajara, perla tapatía. Esta mañana de sol refulgente la gente camina tranquila y feliz por el centro histórico. Los paseos arbolados regalan su deliciosa sombra. Yo espero disfrutar el día con mis amigas y amigos. 

Espero compartirles en estos Apuntes y Postales alguna experiencia. Por lo pronto: ¡Feliz domingo! Desde el soleado Jalisco.

Guadalajara en un llano

lunes, 5 de noviembre de 2018

El cielo llora de alegría

Supe que nació Saoirse (Libertad en idioma gaélico) mientras caminaba bajo la lluvia pertinaz hacia la universidad esta mañana. 

A pesar del cielo gris y el frío húmedo, yo iba cantando en mi corazón:

You are my sunshine, my only sunshine.
You make me happy when skies are gray.  

Además iba animado y jovial a dar mis clases. En la clase de literatura conversaríamos sobre el ensayo sobre la amistad de Ralph Waldo Emerson y en la de filosofía americana veríamos el filme Captain Fantastic para luego analizar el experimento anarquista de los personajes. Osea, iba a deleitarme aprendiendo con mis estudiantes. 

Entonces, en plena caminata por la avenida H, veinte metros antes de la estación del tren Q, me entraron al teléfono dos textos de Niall. 

Eran dos fotos: una de la pequeña Saoirse envuelta en una manta, con sus ojos cerrados y sus cachetotes inflados, y otra de Clare sonriendo con su rostro juntito al cachete derecho de su hija Saoirse dormida y Niall acariciándole tiernamente el cachete izquierdo.

Me detuve a mirar las imágenes de felicidad y me brotaron lágrimas de alegría. 

Supe entonces que la lluvia de hoy no era triste: era el mismito cielo llorando de alegría.

Song of the Sea: Filme animado sobre una niña llamada Saoirse

sábado, 3 de noviembre de 2018

Imágenes de una semana otoñal

Contemplar los celestes y amarillos pastel del cielo reflejándose al atardecer en las aguas del lago. Ver tu sonrisa iluminar la biblioteca. Admirar una gaviota tornarse dorada en pleno vuelo al reflejar la luz del sol poniente. Observar un arce de follaje bermejo rodeado de arces verdiamarillos en el parque. Recordar entonces los bosques ardientes de las montañas de Kioto en octubre. Sorprenderme al ver el tono vino tinto del follaje de la hiedra en el jardín. Compartir un pan de muertos y un té en el Día de los Muertos. Ver Lost in Translation y comentarla con el corazón abierto. Imaginar el próximo viaje a Kioto.

Japón en otoño: "Dulce como la miel"