En la orilla suroeste, sin embargo, hay un recoveco aún congelado. En sus bordes flotan sobre el agua pedacitos de hielo que se han quebrado y desprendido del bloque de hielo. El viento invernal causa un pequeño oleaje y esos trocitos de hielo chocan entre sí y contra el bloque sólido. El incesante choque crea un sonido como de cristales rotos cayendo al suelo o de trocitos de vidrio cayendo en cascada dentro de un cilindro de madera. Es un sonido invernal que nunca había escuchado antes.
Ayer lo escuché mientras daba gracias a la Vida porque mi corazón está sano, entero y cálido. Y aunque a veces me cueste salir del trópico para volver a Brooklyn en invierno, la naturaleza siempre tiene algún regalo precioso para mis sentidos.
Lago Propect visto desde la orilla sureste |