Los domingos, en las inmediaciones de la calle Bom Jesus en el más antiguo barrio de Recife, se realiza una feria popular alegre y concurrida por todos: adolescentes, adultos, familias con niños, grupos de señoras, algún turista. Hay artesanía y comidas regionales de todo el Brasil: acarajé baiano, pastel, empada, tapioca, pamonha y demás.
Ayer había Feira do Livro por un festival de literatura--entre los tesoros, encontré una antología poética de Manuel Bandeira, maestro poeta recifense y brasileño, y conversando con un librero descubrí una novela de Raimundo Carrera, novelista pernambucano contemporáneo.
Se escuchaban, en calles adoquinadas o empedradas, grupos de percusión ensayando sus ritmos. En una plaza abierta al lado del río Capibaribe, una banda tocaba música pop brasileña (no MPB, sino de consumo comercial masivo, o de industria cultural como les gusta repetir a los intelectuales brasileños), mientras la gente animadísima bailaba.
Tras anochecer y avanzar la noche, la gente convergía en la plaza del Arsenal, entre edifícios restaurados de coloridas fachadas neoclásicas, donde cada último domingo del mes se realiza el evento Dançando na Rua (Bailando en la calle). Por cuatro horas dos grupos tocaron de todo para bailar: swing, rock, funk, samba, axé, frevo, forró, y hasta salsa. El momento culminante fue una canción de carnaval de Olinda, cuando la gente cantaba, bailaba y se movía en perfecta sincronización.
A mi lado, una señora mestiza, de pelo negro y piel acaramelada, de vestido amplio, fresco, negro y de bordados coloridos, bailó todas las piezas muy sonriente y alegre, desde la primera, un rock de Elvis, hasta la última, un forró regional. La acompañó, en muchas piezas pero no todas, un tico animado. Más que alegre, esa señora bailarina tenía aura de ser feliz.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario