sábado, 14 de febrero de 2015

Chorinho y forró en un rincón de Brooklyn

El frío estaba cruel, con sensación térmica de -15 centígrados. Pero anoche era viernes de Carnaval y en Barbés había noche de chorinho y forró. Cada uno decidió llegar por su cuenta: una periodísta nica que, me contó, se va a devolver a su tierra pronto pero quiere aprovechar los meses que le quedan acá; una etnomusicóloga carioca que viene llegando para hacer su doctorado sobre el género musical del chorinho fuera del Brasil (¡qué manera de vivir investigando e investigar viviendo!); una periodista bostoniana de la revista New Yorker; otro periodista, freelancer californiano (¿de adónde salieron tantos periodistas de repente?); una exprofesora de inglés en Cuzco; y muchos más. Osea, todos en la pista eran tan cool que la Guiness que tomaba se me enfrío todavía más al acercarme a ellos. Yo conocía a mi paisa, pero a nadie más, y ninguno se conocía entre sí. Éramos gente buscando gente. Primero escuchamos el acordeón, la flauta, la pandereta, el cavaquinho, la mandolina y la guitarra de siete cuerdas del chorinho, y luego todos bailamos juntos, emparejados o sueltos, al ritmo de la banda de forró con su acordeón, percusión (triángulo y bombo) y cuerdas. A pesar del frío, generamos calor de Carnaval. Este sábado por la tarde, mientras veo nevar por la ventana, escucho algún chorinho y aún siento calorcito.

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