sábado, 19 de diciembre de 2015

Comienza el penúltimo fin de semana brooklyniano

Para aprovecharlo bien, inauguro el fin de semana a media tarde del viernes tomando cafecito con una amiga birmana y otra bengalí. Ambas inmigraron con sus familias a Brooklyn desde Asia en su infancia y aún se sienten entre dos mundos: el de su niñez asiática y de sus familias conservadoras, budista e hindú respectivamente, y el cosmopolita brooklyniano, osea duro, no de cosmopolitas con plata, sino de inmigrantes que se fajan. Escuchando sus rollos y risas me bebo el [ "yodito". Ya después del atardecer nos despedimos y ellas se quedan un poco tristes. Yo trato de no pensarlo mucho.

Camino a casa en la oscuridad de las 5 pm. Llego exhausto y hago una siesta cuando ya ha atardecido. Me despierto tarde y salgo a prisa hacia Barbés en Park Slope a escuchar choro experimental. El grupo, Choro Bastardo, resulta excelente: un piano, un violín que a veces es mandolina, un pandeiro y una dulzaina me alegran el corazón al interpretar composiciones de Pascoal y Pixinguinha. Así disfruto más mi típica Guinness, la negra que me recuerda a State College y a Dubín. 

Apenas acaba el show, voy corriendo a la estación de metro. En Rockwood Music Hall toca Niall Connolly con su grupo y no me lo puedo perder. Llego cinco minutos tarde, abrazo a Cal y Clare y escucho con ellas la música folk e indie de mi amigo cantautor: "Here's to the Brooklyn Sky...Mohammad and Jacob and Jesus all kicking in the basement, playing blue grass tunes." Pienso, "the band is rocking tonight", mientras me muevo al ritmo. Luego charla, abrazos, risas. Y ya el tren me mece (it rocks me) mientras regreso a casa, de pie al final del vagón, observando desconocidos que regresan a sus casas. Me parecen felices. 

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