miércoles, 19 de junio de 2019

Leyenda de Playa Rajada

Sol, océano, arena y fragatas volando en el viento me acompañaron en la tarde solitaria y contemplativa en Playa Rajada. Sentí la presencia de un fauno en el almendro a cuya sombra me senté a admirar mi entorno. Al atardecer, una manta raya saltó del agua calma, voló en el aire y se volvió a zambullir. Una ninfa del estero convocó al fauno a nadar en el mar. Se adentraron en las aguas frías de océano. Una manta raya que descansaba y se refugiaba del frío enterrada en la arena, al sentir la presencia de la ninfa, le aguijonéo el pie y se alejó. Respondió a su naturaleza para protegerse, no para causar dolor. Y a pesar de la gélida sensación de hielo en lo profundo de sus huesos, la ninfa resistió el dolor sin resentir a la manta. Respiró y respiró hasta que pasó. El fauno le acompañó. Juntos retornaron al mar. Danzaron juntos en el suave oleaje, ella con la gracia de la manta raya.


Playa Rajada

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