En el boteco de Zelito, cercano a la playa de Santos en la calle Alexandre Martins, los parroquianos del barrio se acercaron a ver el último partido de cuartos de final. Se conocían entre ellos, se saludaban y se concentraban en el juego. Todos, sin excepción, apoyaban a la Sele Tica. Todos se solidarizaron con un desconocido que apareció de camiseta roja con un 11 en la espalda y que vio todo el partido de pie. Todos aplaudieron a Navas y reconocieron y apoyaron a los 11 ticos que lo dieron todo y más en la cancha de Salvador de Bahía. Todos hablaron bien de Costa Rica, no solo del equipo, sino del país, por lo que han escuchado. Todos quieren visitarnos.
Y estoy seguro que los ticos los recibiríamos tan bien como los brasileños nos recibieron a nosotros. Han sido hospitalarios, generosos, solidarios.
"Gracias. Los esperamos en casa", les dijo el tico al despedirse, antes desconocido y ahora amigo al final de un simple partido de fútbol.
"No os olvidéis de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles." --Hebreos 13:2
domingo, 6 de julio de 2014
sábado, 5 de julio de 2014
Los árboles mueren de pie
"Los árboles mueren de pie". Lo escribió el dramaturgo español Alejandro Casona y un grupo de 23 muchachos ticos y toda su fiel afición--tica, brasileña, argentina, peruana, uruguaya, española, irlandesa, inglesa, estadounidense, bengalí, birmana y otras que me constan--le dieron su propia interpretación a este lema, a esta forma de vivir y luchar. Estamos de pie todavía.
viernes, 4 de julio de 2014
Descendiendo a la Baixada Santista con Lua da Cuica
Se llama Ari, pero le dicen Lua (Luna). Es mulato, tiene 53 años y habla con voz cadensiosa de timbre cálido. En su juventud viajó como músico de una banda de samba y música propular brasileña por varios lugares de Europa y África. Recuerda con especial cariño sus aventuras en Marruecos. Hoy es casado y tiene una hija. Trabaja como marinero en una draga en Paranaguá, estado de Paraná, cada 45 días, y luego deviene músico en su ciudad natal, Santos, los siguiente 45 días. Se turna, 6 semanas marinero, 6 semanas músico.
Toca varios instrumentos incluyendo el cavaquinho, el teclado y la guitarra, pero especialmente la cuica, instrumento de percusión originario de Angola y adoptado por la música brasileña. Por eso en Santos todo el mundo que oye música en vivo lo conoce como Lua da cuica.
En el bus que desciende por la vertiginosa sierra desde la meseta de São Paulo hasta la bajura santista, conversa con todos. Al trabar conversación con un filósofo tico dice: "A Costa Rica tem jogado um futebol muito bonito nesta Copa, um dos melhores. Parabéns". Ha disfrutado el fútbol tico.
Se interesa entonces por la música costarricense y pregunta cuáles son los ritmos que gustan allá. Le llama la atención el calipso afrocaribeño y la salsa. Pregunta si la música brasileña interesa y comienza a soñar con viajar de nuevo y llevar un grupo de samba y otro de forró a Tiquicia. Dice que tiene que conseguir unas mulatas bailarinas para completar el espectáculo. Lindo sueño que comienza con una conversación mundialista.
Toca varios instrumentos incluyendo el cavaquinho, el teclado y la guitarra, pero especialmente la cuica, instrumento de percusión originario de Angola y adoptado por la música brasileña. Por eso en Santos todo el mundo que oye música en vivo lo conoce como Lua da cuica.
En el bus que desciende por la vertiginosa sierra desde la meseta de São Paulo hasta la bajura santista, conversa con todos. Al trabar conversación con un filósofo tico dice: "A Costa Rica tem jogado um futebol muito bonito nesta Copa, um dos melhores. Parabéns". Ha disfrutado el fútbol tico.
Se interesa entonces por la música costarricense y pregunta cuáles son los ritmos que gustan allá. Le llama la atención el calipso afrocaribeño y la salsa. Pregunta si la música brasileña interesa y comienza a soñar con viajar de nuevo y llevar un grupo de samba y otro de forró a Tiquicia. Dice que tiene que conseguir unas mulatas bailarinas para completar el espectáculo. Lindo sueño que comienza con una conversación mundialista.
Alegría tica en la playa de Itaparica
En Vitoria, capital del estado de Espírito Santo, los cerros que se precipitan hacia el mar, el estuario del río Santa María y la bahía recuerdan la geografía y los paisajes de Río de Janeiro, más al sur. En Vila Velha, vecina de Vitoria, atravesando el río hacia el sur, las playas son de arenas amarillentas, aguas verdes y horizonte azul. La combinación recuerda el uniforme de la seleção local.
En la playa de Itaparica las corrientes son fuertes, pues la baña directamente el Atlántico, sin barreras naturales como islas, puntas o arrecifes para apaciguarlas. Pero el suave y agradable sol invernal, las arenas tibias, el cielo azul y el romper de las olas invitan a largas caminatas hacia el sur, a la barra en la desembocadura del río Jucu (en tico se pronuncia "Yucú"), o al norte, hasta la punta conocida como Pedra da Sereia.
Si sos torcedor y tu equipo te dio una satisfacción el domingo, te podés pasar toda una semana curtindo a praia y siendo muy feliz, con una sonrisa que no te la arranca nadie y que, de vez en cuando, lleva a alguna garota a devolverte la sonrisa.
En la playa de Itaparica las corrientes son fuertes, pues la baña directamente el Atlántico, sin barreras naturales como islas, puntas o arrecifes para apaciguarlas. Pero el suave y agradable sol invernal, las arenas tibias, el cielo azul y el romper de las olas invitan a largas caminatas hacia el sur, a la barra en la desembocadura del río Jucu (en tico se pronuncia "Yucú"), o al norte, hasta la punta conocida como Pedra da Sereia.
Si sos torcedor y tu equipo te dio una satisfacción el domingo, te podés pasar toda una semana curtindo a praia y siendo muy feliz, con una sonrisa que no te la arranca nadie y que, de vez en cuando, lleva a alguna garota a devolverte la sonrisa.
miércoles, 2 de julio de 2014
La Sele Tica y el Santos Futebol Clube
El Santos F.C. le regaló camisetas del club a los jugadores de la Sele Tica. Lindo detalle del equipo Peixe para los ticos.
Agonía y éxtasis en la Laguna de Pampulha
Una tarde de domingo de Copa visitás la Capilla de San Francisco de Asís, diseñada por Niemeyer, en el barrio de Pampulha en Belo Horizonte. Admirás la belleza y simplicidad de sus formas curvas inspiradas en las montañas de Minas Gerais. En el exterior admirás los azulejos de Portinari y en interior ves sus óleos representando episodios de la Pasión.
Sentís paz en aquel lugar hermoso donde ya años antes la habías sentido y, como Violeta, das gracias a la Vida por haberte dado tanto.
Después cruzás la calle, andás un poco y en un restaurante con vista a la Laguna de Pampulha, te preparás para ver a tu equipo jugar en octavos del Mundial. El primer tiempo es cerrado, trabado, pero sentís confianza. En el segundo Campbell, Bolaños y Ruiz te regalan una linda triangulación llevando el balón del centro a la punta izquierda y a la semiluna. Ruiz la toca suave y preciso y el arquero rival se queda como estatua mientras la bola entra mansita al arco. Gol. Lo gritás, "Gol. Gol, carajo, gol". Abrazás a tus amigos y la gente de las mesas vecinas te saluda.
Sentís que vas a ganar, que tu equipo juega bien, pero la cosa se complica. Por primera vez un tico sufre una expulsión mundialista, y justo ahora. Pero el equipo se para firme, vos le enviás buenas vibras, gritás, apoyás, lo ves de pie.
Los brasileños en el lugar se solidarizan todos con vos, con tus ticos. Vamos ticos todavía. Justo al final, los griegos en una jugada fea y accidentada, como todas las de ellos, te empatan. En silencio te das vuelta y te vas a ver el atardecer sobre la laguna por un minuto. Aceptás la situación y sabés que de ese momento en adelante a tu equipo solo le queda la garra pues faltan las energías.
Pero confiás en los muchachos, en el aguante, en los dientes apretados, como a veces vos los apretaste en canchas ticas y foráneas. Y seguís mandando vibras de garra, de coraje, de vamos vamos vamos ticos. Los brasileños te siguen apoyando.
Llegan los penales, y tus muchachos clavan bien los primeros cuatro, y tu portero saca una porque tiene habilidad y buena memoria (no por suerte). Sabés que el quinto va a entrar porque lo tira un muchacho campesino que desde niño trabajó duro en el campo y luego se hizo futbolista. Es de los que no habla ni aparece mucho en medios, pero pone todo en la cancha.
Patea la bola, entra. Gol. Lo gritás con todo y la gente te aplaude. No te conocen pero te aplauden y te abrazan y te felicitan porque se han identificado con tu equipo y con tu gente. Están felices por vos, por tus muchachos, por tu gente linda de una tierra hermosa.
Y vos no necesitás decir más. La paz que sentiste en la Capilla de San Francisco vuelve al pecho, siempre estuvo allí, pero ahora es paz rebozante de alegría.
Sentís paz en aquel lugar hermoso donde ya años antes la habías sentido y, como Violeta, das gracias a la Vida por haberte dado tanto.
Después cruzás la calle, andás un poco y en un restaurante con vista a la Laguna de Pampulha, te preparás para ver a tu equipo jugar en octavos del Mundial. El primer tiempo es cerrado, trabado, pero sentís confianza. En el segundo Campbell, Bolaños y Ruiz te regalan una linda triangulación llevando el balón del centro a la punta izquierda y a la semiluna. Ruiz la toca suave y preciso y el arquero rival se queda como estatua mientras la bola entra mansita al arco. Gol. Lo gritás, "Gol. Gol, carajo, gol". Abrazás a tus amigos y la gente de las mesas vecinas te saluda.
Sentís que vas a ganar, que tu equipo juega bien, pero la cosa se complica. Por primera vez un tico sufre una expulsión mundialista, y justo ahora. Pero el equipo se para firme, vos le enviás buenas vibras, gritás, apoyás, lo ves de pie.
Los brasileños en el lugar se solidarizan todos con vos, con tus ticos. Vamos ticos todavía. Justo al final, los griegos en una jugada fea y accidentada, como todas las de ellos, te empatan. En silencio te das vuelta y te vas a ver el atardecer sobre la laguna por un minuto. Aceptás la situación y sabés que de ese momento en adelante a tu equipo solo le queda la garra pues faltan las energías.
Pero confiás en los muchachos, en el aguante, en los dientes apretados, como a veces vos los apretaste en canchas ticas y foráneas. Y seguís mandando vibras de garra, de coraje, de vamos vamos vamos ticos. Los brasileños te siguen apoyando.
Llegan los penales, y tus muchachos clavan bien los primeros cuatro, y tu portero saca una porque tiene habilidad y buena memoria (no por suerte). Sabés que el quinto va a entrar porque lo tira un muchacho campesino que desde niño trabajó duro en el campo y luego se hizo futbolista. Es de los que no habla ni aparece mucho en medios, pero pone todo en la cancha.
Patea la bola, entra. Gol. Lo gritás con todo y la gente te aplaude. No te conocen pero te aplauden y te abrazan y te felicitan porque se han identificado con tu equipo y con tu gente. Están felices por vos, por tus muchachos, por tu gente linda de una tierra hermosa.
Y vos no necesitás decir más. La paz que sentiste en la Capilla de San Francisco vuelve al pecho, siempre estuvo allí, pero ahora es paz rebozante de alegría.
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