Cuando despierto a media mañana, Niall ya está en casa. Abrazo a mi amigo pelirrojo y barbudo. Ha perdido peso por la dieta y está bebiendo menos cerveza. Le regalo una bolsa de Triágulo de Oro y con este café desayunamos mientras nos ponemos al día. Pero no hay mucho tiempo, pues debo pasar el día buscando apartamento. El sino me trajo a Brooklyn otra vez. Mientras esté aquí, quiero disfrutarlo y estar a gusto. Así que salgo a la caza de apartamento, como mucha gente en agosto.
Ya por la noche estoy exhausto. Cualquier sótano, ático o clóset cuesta un ojo de la cara y algo más. Pero he visto una joyita, un milagro divino, en Windsor Terrace. Quizá logre alquilarlo pero por hoy no hay más que hacer. Así que me voy a escuchar a Niall cantar en un bar irlandés de Williamsburg. Esta noche el tren G corre normalmente, así que pronto estoy allí.
El bar Harefield Road, como la ciudad en agosto, está semivacío. Pero el barista, John, es buen tipo y conversa con los parroquianos. La mitad son irlandeses (de los de la República, no "irlandeses" gringos...) así que Beef or Salmon sería una buena pieza para el concierto de esta noche, me parece.
Le pido una Guinness a John y converso con los muchachos. Parece que un delegado olímpico irlandés estaba vendiendo entradas en el mercado negro en Río de Janeiro. Se mueren de la risa.
Cuando Niall empieza a escuchar yo ya voy por la segunda Guinness. Mientras canta el muchacho de Cork pienso que, ya que estoy aquí de nuevo, un poco perplejo y dejándome llevar por la Vida, no voy a pasármela planeando para dónde me voy y cuándo. Voy a aprovechar lo bueno que tiene la vida acá, como las pintas de birra irlandesa y la buena música. ¡Salud!
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