jueves, 30 de mayo de 2019

Con el amor en mi piel

Con imágenes del Pacífico Mesoamericano en mente y con sensación de amor abundante en mi piel y mi corazón, salí de Brooklyn rumbo al aeropuerto.  De camino vi las nubes bajas acariciar las aguas del río Hudson y velar la estructura del puente Verrazano. Más allá, entre la niebla, se abría la mar.

De nuevo viajo del norte al centro de América y del Atlántico a mi valle entre el Caribe y el Pacífico. Y llevo todo ese amor en mi mente, mi corazón y mi piel.


Arde mi piel de fuego

miércoles, 22 de mayo de 2019

Del desierto chihuahuense al bosque brooklynense

Ciudad Juárez y El Paso son ciudades erigidas en el desierto chihuahuense. El paisaje a su alrededor es seco: roca, tierra blanca, arena y algunos arbustos. Tanto las sierras como las planicies son áridas. La belleza del desierto es austera.

Regresé a Brooklyn con deseos de sentir el frescor del agua y el aliento del bosque. Cada día desde mi regreso he caminado por las orillas del lago y bajo la sombra de los grandes árboles del bosque primario en Prospect Park. 

Agua y bosque me han refrescado. Por momentos incluso he sentido, como hoy, el roce de un ángel de la guarda. Creí escuchar su voz. Quizá era la suavidad de la brisa acariciando mi piel y su murmullo al hacer danzar el follaje en el dintel del bosque.

Desierto chihuahuense (Foto: Paco Bulos)


 

sábado, 18 de mayo de 2019

La Casa del Migrante: Ciudad Juárez

Migrantes, solicitantes de asilo y deportados son albergados, atendidos y cuidados en La Casa del Migrante en Ciudad Juárez. Es obra social de gente de la Iglesia Católica comprometida con la justicia social. La población de Juárez dona los recursos y voluntarios colaboran en la atención. 

Hoy visité junto con mis colegas de la conferencia de ética de la migración de esta semana en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Tuvimos el privilegio de conversar con personas que son atendidas allí.

Yo conversé con dos hombres mexicanos recientemente deportados de Estados Unidos, uno de cuarenta años y otro de veintipico. Han hecho su vida allá, sin autorización, por necesidad económica. "La migra" gringa les detuvo, les encarceló por meses y meses y el sistema les deportó. Sus familias, incluyendo hijos e hijas, quedaron allá, en California y Arkansas. El mayor tenía una pequeña tranquilidad en que sus hijas son adultas y su madre vive en México. El menor quería llorar: sus hijos tienen cuatro y trece años. Ya no tiene a nadie en México. ¿Qué va a hacer? 

Otro hombre, mucho más joven, recién deportado, nos escuchaba con ceño fruncido de dolor y preocupación, ojos desesperanzados y rostro marcado por una mueca de desamparo. Miraba hacia el suelo. No dijo una sola palabra. Cuando me fui, le di la mano. Nos miramos sin hablar.


Preparémosle la cena

martes, 14 de mayo de 2019

A Ciudad Juárez, ¡México!

Espero mi vuelo a Ciudad de México en el aeropuerto JFK de Nueva York. Me siento emocionado de regresar a México por tercera vez este año. Ya es un lugar de gente amada por mi corazón. 

Esta vez viajo a Ciudad Juárez, Chihuahua, en la frontera con Texas. Voy rumbo a una conferencia sobre ética y política de la migración en la frontera. Me interesa el tema. Pero ante todo me interesa conocer la urbe binacional más grande y poblada del mundo: Ciudad Juárez - El Paso. 

Y quiero indagar cómo se viven en este momento las relaciones fronterizas y la presencia de migrantes centroamericanos en Juárez. Sé que hay tensiones. Pero también sé que hay ángeles, personas que cuidan, acogen, sustentan, comparten. Aman. Quiero conocerlas.


Amor, justicia y derecho