En cada viaje en solitario hay días animados o sosegados, de compañía o de soledad, de sorpresas o de tedio, alegres, tristes, melancólicos o eufóricos, caminados y bailados o pausados y contemplados. Cada uno vale, cada uno hay que vivirlo o al menos sobrevivirlo porque vendrán otros y otros.
Hay días, como hoy, que te los imaginás de una manera y se dan de otra. Quizá te descubrís descalzo y solo en una playa de arena color hueso y ves la lluvia venir de alta mar y te quedás esperándola. Ella avanza lentamente y te hace aguardar hasta que finalmente llega y te empapa pero también te refresca y te sentís más leve y puro después. Y aunque no se lo digás a nadie, te satisface y sentís paz en tu corazón y ponderarlo en silencio es gozo suficiente.
sábado, 30 de mayo de 2015
domingo, 24 de mayo de 2015
Otro domingo en Recife Antiguo
Caminé con un nuevo amigo, Gil, por las calles empedradas y adoquinadas, en medio de hermosos edificios neoclásicos y eclécticos, algunos decadentes. En uno de ellos, abandonado en apariencia, vi en un balcón del segundo piso un tendedero con zapatillas Converse rojas, un bluejean, un vestido negro y sábanas, mientras escuchaba una batucada vigorosa de jóvenes bohemios. Anduve por la plaza principal, kilómetro cero para todas las rutas de Pernambuco. Observé a las familias, jóvenes y niños divertirse mientras los refrescaba la brisa marina. Caminé entre chinamos de artesanos y comí tapioca en un puesto de una pareja joven. Visité el museo Cais do Sertão y aprendí la historia del músico popular Luiz Gonzaga, rei do baião, ritmo que se baila en la fiesta de forrobodó o forró. Salí inspirado y busqué el show Forró de Um Real en la Plaza del Arsenal. Entonces la vi. Llevaba vestido verde turquesa y una flor amarilla en el cabello negro y crespo. Conversamos y luego bailamos un baião y dos y tres. Domingo feliz.
sábado, 23 de mayo de 2015
Paço do Frevo
Seu Gilberto, dona Graça y Gil Filho me llevaron al museo Paço do Frevo en el barrio de Recife Antiguo. Es dedicado al ritmo carnavalesco de Olinda y Recife. Tiene Escuela de Música y Danza. Aprendí unos pasos de frevo, incluso uno con sombrilla, y cantamos varios clásicos. Yo era el único extranjero, justamente un tico. Pero aquí nos conocen y nos quieren porque acá le ganamos en el Mundial a Italia y a Grecia, con apoyo incondicinal de la afición local. Me esforcé por corresponderles haciendo lo mejor que pude con el frevo. Me la jugué, creo, porque unas señoras me dijeron que parecía brasileiro bailando. Ya voy. Pero al menos sí me sabía esta canción en la versión de Clara Nunes, sobre Recife y el frevo.
"Meu Recife eu voltei novamente, alegre e contente, revendo meu povo de novo".
viernes, 22 de mayo de 2015
Uno se arrastra y otro camina por Boa Viagem
A las 9 am salí del hotel en Boa Viagem rumbo al centro de Recife, a dar una charla en la Facultad de Derecho, y pensé que ya hacía demasiado calor. Me monté en un taxi. En un semáforo en la avenida Conselhero Aguiar nos detuvimos y entonces lo vi. Era negro, de más de cuarenta años. Vestía una camisa azul limpia y pantaloneta azul. Tenía las piernas malformadas, quizá por polio, flaquitas, dobladas en la rodillas. Y se arrastraba por la acera con los brazos. No tenía silla de ruedas. Desde mi asiento, refrescado por el aire acondicionado, vi cómo él hacía un enorme esfuerzo para avanzar en el calor de afuera. Iba del sol a la sombra de la parada de buses. Pero el semáforo cambió a luz verde y no pude ver si mendigaba o esperaba un bus. ¿Cómo se subiría?
Di mi charla, mis anfitriones me invitaron a almozar el tradicional restaurante Central y me trajeron al hotel en Boa Viagem. Me cambié, salí a la playa y caminé sobre la arena blanca, bajo el cielo azul, frente al mar. Aprecié su color jade en la cercanía, turquesa en la medianía, y azul profundo en la lejanía. Vi nubes de tormenta a lo lejos y lluvia en alta mar y, en el horizonte, un principio de arcoiris amarillo, verde limón, verde, azul, violeta, rojo.
Caminé. Caminé. Caminé por la playa de Boa Viagem. ¿El hombre, el ser humano que vi por la mañana, por dónde se arrastraría?
Di mi charla, mis anfitriones me invitaron a almozar el tradicional restaurante Central y me trajeron al hotel en Boa Viagem. Me cambié, salí a la playa y caminé sobre la arena blanca, bajo el cielo azul, frente al mar. Aprecié su color jade en la cercanía, turquesa en la medianía, y azul profundo en la lejanía. Vi nubes de tormenta a lo lejos y lluvia en alta mar y, en el horizonte, un principio de arcoiris amarillo, verde limón, verde, azul, violeta, rojo.
Caminé. Caminé. Caminé por la playa de Boa Viagem. ¿El hombre, el ser humano que vi por la mañana, por dónde se arrastraría?
lunes, 18 de mayo de 2015
De Taipei y San José a Tokio y de Atenas a Nueva York
Un viernes cualquiera, pero viernes de primavera, salís con dos amigas taiwanesas. Comés bocas acompañadas de una Asahi bien fría en Kenka, la mejor izakaya o taberna japonesa del barrio Greenwich Village. Luego te vas con ellas al Rockwood Music Hall, en el barrio Lower East Side, a escuchar música en vivo para alegrarte más el corazón. Y te topás con Magda y su banda. Primero pensás que es brasileña, porque anda vestida de verdeamarelo y lidera la banda tocando acordeón a ritmo de baile de forró. Luego pensás que es francesa porque canta una chanson con sensualidad. Pero de repente canta una balada en español y luego te confunde con una canción folclórica griega. Luego te regala otra chanson y una bossa nova y ya no sabés. Al final del concierto le preguntás y te cuenta que es griega, ateniense. Te vas a tu casa alegre, pasás el fin de semana escuchando a la Banda Magda y el lunes no se te ocurre otra cosa que escribir sobre ella y compartir una chanson a ritmo de bossa nova que se convierte en samba para comenzar la semana cantando.
domingo, 10 de mayo de 2015
Lluvia rosa purpúrea
Ya han brotado las hojas en las ramas de los cerezos de Brooklyn. Tienen forma de elipse puntiaguda y aserrada y son de color verde limón. En estos días, si caminás por debajo de las ramas de un cerezo justo cuando las mece el viento, te cae una gentil lluvia de pétalos encima. Si te quedás quieto, alguno te acaricia la oreja o te roza el cachete al caer. El fucsia va cediendo al verde y la alegría contemplativa de la primavera se va tornando, muy poquito a poco, en el gozo activo del verano al aire libre.
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