En cada viaje en solitario hay días animados o sosegados, de compañía o de soledad, de sorpresas o de tedio, alegres, tristes, melancólicos o eufóricos, caminados y bailados o pausados y contemplados. Cada uno vale, cada uno hay que vivirlo o al menos sobrevivirlo porque vendrán otros y otros.
Hay días, como hoy, que te los imaginás de una manera y se dan de otra. Quizá te descubrís descalzo y solo en una playa de arena color hueso y ves la lluvia venir de alta mar y te quedás esperándola. Ella avanza lentamente y te hace aguardar hasta que finalmente llega y te empapa pero también te refresca y te sentís más leve y puro después. Y aunque no se lo digás a nadie, te satisface y sentís paz en tu corazón y ponderarlo en silencio es gozo suficiente.
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