jueves, 17 de agosto de 2017

El calor de Managua

Por razones inusitadas nuestro vuelo Managua-Guatemala se atrasa doce horas: en Panamá la arrivada masiva de aves migratorias ha inhabilitado el aeropuerto de Tocumen y con ello gran parte de las conexiones aéreas centroamericanas están despapayadas. Hay que transformar el contratiempo en oportunidad. Aprovechamos para observar y sentir Managua lo más posible. Destaco el calor. Por un lado, es una ciudad del Pacífico seco americano sin duda: sol fuerte, temperatur elevada, vegetación tropical seca tal como un gigantesco árbol de guanacaste que me embelesa y cuya sombra disfruto. Por otro lado, topamos con gente cálida como la vendedora de un puesto de artesanías y productos nicaragüenses. Para mí agradable sorpresa, destacan en el puesto muchísimos libros de autores nicaragüenses. Y más agradable aún es escuchar a la vendedora, una señora morena y bajita, que bien podría ser chorotega, hablar con propiedad y fundamento de asidua lectora sobre autores como Sergio Ramírez y Gioconda Belli. De hecho comenta con mi mamá uno por uno los libros de Belli y le ayuda a seleccionar uno, La mujer habitada, sobre mujeres que se liberan. Yo compré un librito infantil, sobre la luna y las estrellas, de Katia Cardenal. Así nos llevamos de Nicaragua un poquito de sus letras y algo más de su calor tropical y humano.

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