domingo, 13 de agosto de 2017

En Playa Blanca de Punta Leona

A pesar del día nublado y los aguaceritos pasajeros, nos pasamos horas de horas en playa Blanca. Nos invitó, a mis papás y a mí, mi tío W y estaba toda su familia. Mi prima P fungió como natural anfitriona. Le nace cuidar y atender. W, por su cuenta, nos entretuvo contandonos historias y anécdotas suyas. "Yo soy vivo, no soy tonto, pero a veces soy idiota", dice y procede a explicar las veces que por cariño le dejó pasar varas a un amigo hasta que se le montó. Pero lo contó riéndose de sí mismo. Luego recuerda los consejos de su papá, mi abuelito Hernán, y se emociona y le brotan lágrimas. Entonces mi mamá dice: -Es que Papá tenía una sabiduría natural -. Es cierto, salió adelante solo y sacó adelante a su mamá y hermanos menores desde que quedó huérfano en su adolescencia.

 Y así continúa la conversación mientras rompen suaves las olas y los monos cariblancos acechan en las ramas de los almendros para robar comida de las mesas de almuerzo de los bañistas. En la nuestra hay tortillas de maíz palmeadas, frijoles molidos, picadillo de papa, atún arreglado, aguacate con limón, mejillones. Surtida y abundante. 

Como es lo normal en los ticos, estamos todos juntos en pelota casi todo el rato. Y a mí me agrada este día en familia. Igual saco un rato para ir solo a explorar las piedras, caminar por la playa hasta la punta, escuchar el romper de las olas contra las rocas y observar los matices verduzcos y grisáceos del mar. 

Pero regreso pronto. Este es un día para estar en familia. Es un pequeño placer que se me da poco. Hay que disfrutarlo cuando se me presenta.

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