Hoy vi el destello azul del plumaje de una urraca en vuelo: la primera de esta primavera. Se posó en un árbol en el jardín detrás de mi apartamento. Allí mismo observé los brotes blanco y vinotinto de la enorme magnolia en el patio de mis vecinos. No se han abierto los brotes pero pronto lo harán.
Salí a caminar y vi el primer cerezo en flor de mi vecindario. Ya despliega sus manojos de flores rosa tirando a magenta. La intensidad de su color se imponía ante el triste gris del cielo, como un gozo que no se deja apagar o como una pasión que no se deja extinguir.
Pero mi principal deleite hoy fueron las campanas amarillas de forsitia. Los arbustos en mi barrio, el Parque Prospect y el Jardín Botánico florecieron hace poco más de una semana. La explosión de amarillo ha sido una inyección de alegría en medio de un invierno que se alarga. El lunes nevó y sin embargo las campanas amarillas resistieron. Aún embellecen los arbustos y alegran vistas atentas y corazones sensibles.
Por su belleza y resiliencia di gracias junto al lago. No vi a mis amigos, pero contemplé a las forsitias y me recordaron la alegría que ellos me brindan.
Forsitia y magnolia en flor bajo cielo gris (Foto: Pierantonio Agustoni) |
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