jueves, 12 de julio de 2018

Cuba musical

La gira musical por Cuba empezó de forma inusitada en el malecón de La Habana. El sol caribeño se había sumergido en el mar e incendiado el cielo. La luna llena ya surgía sobre una torre del antiguo Castillo de San Salvador de la Punta. A la explanada contigua al castillo se acercó un guitarrista bohemio con pinta de cantautor, estilo Silvio Rodríguez. 

Se llamaba Marlon. Llevaba el pelo largo entrecano recogido en colita. Vestía anteojos de aros redondos de metal y camiseta con el rostro de John Lennon. Tocó tres piezas para una morenita curvilínea y sonriente que andaba cerca: "¿Cómo fue?", "Dos gardenias" y "El cuarto de Tula", en versiones de balada guitarreada. A la morenita no le gustaron mucho. A mí tampoco. Pero bueno, reconocí que lo intentó el nuevo amigo Marlon. 

Conversamos sobre compositores y poetas cubanos. Declamó un poema de Dulce María Loynaz, poetisa que yo no conocía. Aproveché para preguntarle sobre lugares para escuchar música en vivo en La Habana. Recomendó la Fábrica de Arte Cubano. 

Así que p'allá nos fuimos a la noche siguiente y vaya sorpresa: me encontré con el concierto de un ensamble neoyorquino de jazz latino liderado por Arturo O'Farrill. El maestro O'Farrill, ganador de varios Grammys, es mi colega, profesor del Conservatorio en Brooklyn College, y mentor en composición de mi amiga pianista Marlysse. Me sentí un poco en casa al verlo en un escenario de La Habana con sus hijos y el ensamble neoyorquino. Hasta me hizo falta mi amiga Marlysse. Escuchamos a O'Farrill tocar varias piezas en el piano junto con el ensamble. Es un genio y virtuoso. Marlon estuvo de acuerdo con la apreciación, a juzgar por el encantamiento con que escuchaba y miraba el concierto.

A partir de allí, la gira musical por Cuba se puso cada vez más buena. Todavía en La Habana, dimos con sones en vivo en la Plaza Vieja de La Habana, buenísimos para bailar en la calle.

En Matanzas, escuché danzón y vi a parejas de ancianos afrocubanos bailarlo pegaditos en la Casa Amigos del Danzón, mientras un nuevo amigo percusionista, Luis, explicaba que Antonio Failde tocó el primer danzón en la Sala de Conciertos José White de esa ciudad e inventó ese género musical. 

Luis también contó que Pérez Prado, maestro del mambo, era matancero, así como Pedro Knight, el esposo de Celia Cruz. Sí sabía yo que Celia empezó cantando con la Sonora Matancera.

Recorriendo recovecos matanceros, nos encontramos con nueva trova y baladas afines en una Casa Abierta de la juventud revolucionaria. Luego procuramos rumba matancera bajo la ceiba del parque junto a la Catedral de San Carlos. También escuchamos salsa en vivo y bailé bien rico al ritmo de un grupo de Santiago cuyo cantante tenía voz de flauta metálica.

La última noche en Matanzas, en una casona antigua del barrio de Versalles, al que aluden varias canciones interpretadas por Celia Cruz, el mismo Luis compartió su trabajo de producción con el colectivo musical El Almacén. Es innovador y ecléctico. Va de lo clásico afrocubano a las fusiones contemporáneas. Producen música de artistas de toda Cuba y reciben a músicos internacionales para darles talleres.

Para rematar la gira, en La Boca de Sanctis Spíritus, al sur de la isla, una afroantillana candente, Maricela, animó una buena fiesta con salsita también rica pa' bailar.

Cuba musical: esta gira ha sido apenas un primer atisbo. Hay mucho por descubrir. ¿Quién se apunta a la próxima aventura?

 "Bonito y sabroso" 
cantan y bailan el mambo
en la Sala White de Matanzas
(Producción: El Almacén)

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