Hoy leí estos versos milenarios de la poetisa japonesa Abutsu-ni: "Quién sabe que en lo hondo del barranco de la montaña de mi oculto corazón, está encendida la luciérnaga de mi amor".
El comentario de Mark Nepo acerca de estos versos, en su Libro para renacer cada día, es incisivo: al escribir su haiku, la autora revela y libera a su luciérnaga. Declara su amor y le permite brillar.
¿Qué sucede con un amor que permanece oculto, sin expresión, en la cañada más profunda y oscura de un corazón que esconde lo que siente?
Languidece, sin que la persona amada, ni el corazón amante, experimenten el brillante placer de su expresión. Es trágico.
Si sentís amor, dejalo brillar. Al menos eso siento en la paz de La Libélula, rodeado de jardines, vergeles, potreros, arboledas y, en la distancia, montañas. Las luciérnagas brillarán en nuestro verano.
Luciérnagas felices (Foto: Ari Eljarrat Esebag) |
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