lunes, 16 de julio de 2018

De Villa Hermosa a La Libélula

Con el sol cubano en la piel y el frescor, los tonos y el aroma del Caribe aún en mis sentidos, aterricé en mi valle, abracé a mis papás, a mis hermanas, a mis amigas. Amanecí en mi añorado apartamento cuando la luz del alba tropical penetraba mi dormitorio desde mi añorado jardín. Y me vine para acá, a La Libélula de Lagunillas de Tárcoles, con Pa, a tenderme en esta hamaca y escuchar el canto de los botijones y yigüirros. Veo ahorita mismo el atardecer de arreboles sobre el Cerro Turrubares. El sol de mi Pacífico se marcha a iluminar otras longitudes más occidentales. Croan las ranas y tocan los grillos su melodía nocturna. 

Me quedan muchas experiencias mexicanas y cubanas por narrar en crónicas. Tengo conclusiones afectivas, vitales y culturales por sacar. Acá lo haré. He regresado a casa con el corazón rebosante y el espíritu en paz.

Celaje en la bajura

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