domingo, 12 de agosto de 2018

Amanecer bailando

Se nos marchaba Astrid de regreso a su doctorado en biología marina en Alemania, así que había que despedirla con una buena fiesta en las montañas josefinas. Yo subí de la bajura puntarenense hasta las alturas hacia el noreste de San José. Otres murciélagues se acercaron de todos los rincones del Valle Central. Y en casa de Coralia armamos una fiesta de antología. 

Empezamos con vinos y boquitas, incluyendo coxinha de galinha y pão de queijo brasileños que trajo nuestra rubia gaúcha Dulce y el ceviche de plátano verde que hizo la misma Cora. Animamos la tertulia con sones montunos y boleros cubanos de fondo. 

Pasada la medianoche salimos al solar y anduvimos cuesta arriba y cuesta abajo entre gallineros, árboles frutales, hierbas y arbustos comestibles. A la una de la madrugada Dalia y Johnny me persuadieron de que me vaya el jueves a la gira a las remotas Islas Murciélago. Me apunté. Una quijotada, lo sé, pero carpe diem.

A las dos de la madrugada estábamos contando historias de apariciones y visiones de seres de otros mundos bajo la luz planetaria de Marte y la lluvia de meteoros. A las dos y pico de la madrugada, todes les quince nos dimos un abrazote de caracol, con Coralia y Astrid en el centro. El abrazo nos llenó el alma.

Antitos de las tres, de regreso en la terraza, empezamos el bailongo. Algunes, les que tenían familia esperándoles, se nos fueron a casa un poquito después. Era el momento decisivo: había que poner excelente música bailable para que la fiesta no perdiera ni un alma bailarina más. Nos repartimos los deberes de DJ. Cada une escogía una pieza por turno. Y lo hicimos de maravilla. Bailamos desaforadamente al ritmo de Sonámbulo Psicotropical, Bomba Estéreo, Ladama Project y similares.

Algunes, incluida Astrid, se fueron a dormir pasadas las cuatro. A ella se le disculpaba porque después de todo tenía que agarrar un vuelo transtlántico a Alemania en poquitas horas.

Cuando se puso más oscuro, poco antes de rayar el alba, todavía quedábamos tres bailando. Había que escoger una pieza apta para cerrar el bailongo. Y como a esas horas ya andábamos en la onda de bailar música de los 70 y 80, pensé que debíamos terminar con una buena balada pop ochentera, como en los bailes colegiales, cuando uno sacaba a la muchachilla que le gustaba para ver si había chance de un buen "aprete", ojalá con besito. 

Tuve un momento de lucidez inusitada: escogí la pieza "Keep on Loving You" pero en versión de Cigarettes After Sex. Estos versos súper recontra cursi nos hicieron reír y disfrutar el fin de la fiesta mientras amanecía:

  I don't want to sleep
  I just want to keep on loving you.

No queríamos dormir. Sólo queríamos seguir amándonos.

Para nosotres

No hay comentarios.:

Publicar un comentario