miércoles, 15 de agosto de 2018

Amor en el hacer

Aprendí a cocinar con amor observando a mi mamá y a mis dos abuelitas. Sin ser gran cocinero, cuando cocino para alguien, o mejor, cuando cocino con alguien, lo hago con amor porque lo aprendí viéndolas a ellas cocinar para sus familias. Y cuando alguien me cocina con amor, agradezco el presente como una gracia divina.

Kahlil Gibrán escribe, en El Profeta, que el trabajo sin amor es un quehacer vano. En cambio, cuando una persona trabaja con amor, se víncula consigo misma, con su prójimo y con la Divinidad. Gibrán no se refiere solamente al trabajo, ni a los quehaceres cotidianos, sino a todo nuestro hacer. 

En la novela Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, los platillos que cocina Tita causan tanta emotividad y pasión en los comensales porque ella vierte sus sentimientos en su hacer culinario. Su cocina es sentimiento. Sentir es cocinar. Cocinar es amar.

Hacer con amor. Amor en el hacer. Lo aprendí de mi mamá y de mis abuelitas, Dora y Luz. En la cocina, por ejemplo, han vertido su amor para muchas generaciones de descendientes de los C. M. y los B. Q. Y no solamente en la cocina, claro, sino en todo su sabio hacer, educar, cuidar, guiar, formar y trabajar.

Siempre procuro -- procuramos Xinia, Anto y yo -- agradecerles. Hoy ha sido día especial para hacerlo ante una mesa del desayuno espléndida, servida con amor y disfrutada en familia.

Gracias Ma, Luz, Dorita, por el amor en todo su hacer.

Mesa servida con Amor (Foto: Xinia Campos)

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