Durante un atardecer frío, gris y húmedo de invierno paulista se congregaron en las escalinatas frente al Teatro Municipal decenas de personas, sobre todo jóvenes, para protestar contra la forma en que se ha organizado la Copa del Mundo de fútbol en Brasil. La principal manta rezaba "Terrorista é a FIFA" y varios manifestantes levantaban pancartas con los retratos en blanco y negro, y la respectiva descripción de la ocupación y el accidente laboral, de los trabajadores que murieron durante la construcción de los estadios donde se jugará el campeonato mundial.
Otra manta rezaba "A Copa das Tropas" en protesta contra la masiva movilización de tropas militares brasileñas para labores de seguridad en torno al Mundial que deberían ser, en realidad, un asunto policial y civil, no militar. Algunos panelistas, en una "mesa redonda" callejera, sin mesa y apenas con sillas de plástico, describían los detalles de esa movilización militar y de la coordinación internacional de inteligencia que funcionará durante la Copa pero que no será desarticulada después, sino que seguirá en funcionamiento. En un país donde las violaciones a los derechos humanos de la anterior dictadura militar no han sido esclarecidas todavía, esto le causa escalofrío a mucha gente. En este caso, los protestantes parecían ser, en su mayoría, estudiantes universitarios, pues andaban con libros, cuadernos, salveques, vestían de forma casual y desenfadada, andaban despeinados y tenían tiempo para protestar. Pero también había indigentes, gente trabajadora, profesores y un miembro del clero católico. La mayoría de los trabajadores salía de sus trabajos en tiendas o comercios céntricos y se dirijía a las estaciones de autobus y metro para iniciar el largo viaje a sus casas.
Mientras tanto, en el Teatro Municipal se presentaría la ópera Carmen de Georges Bizet. Quienes se acercaban para ingresar al teatro rodeaban la protesta, subían por las áreas laterales de la escalinata y entraban. Algunos, aún jóvenes, quizá graduados universitarios que hasta hace poco vivían el ajetreo de sus campus y ahora se desenvuelven profesionalmente, se detenían para escuchar. Algunas parejas de señores burgueses, de saco y corbata ella y vestidazo ella, se abrazaban más fuerte, subían rápido y no volvían a ver. También lo hacían parejas jóvenes pero ya completamente aburguesadas, vigilando de reojo la manifestación de los greñudos. Otros, simples amantes de la ópera vestidos de suéter de lana, jeans y zapatos deportivos se detenían, escuchaban, aplaudían y luego entraban, dispuestos a escuchar también la historia de una gitana seductora y un soldado apasionado en un teatro de aspiraciones europeas construído por la bonanza los cafetaleros paulistanos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario