domingo, 12 de febrero de 2017

Cuento y poesía con M en la Greenlight

Nos encontramos en las escaleras de entrada a la Brooklyn Academy of Music en Fort Greene. Llegó media hora atrasada y se disculpó varias veces. "Pero así son los trenes los sábados en Nueva York y además, yo soy latinoamericano, no japonés", pensé. En realidad, la miraba con admiración pues de camino a BAM yo había leído el cuentico que publicó hace poco en una revista literaria de la U. Es breve y escrito en primera persona. El narrador cuenta su experiencia llevando el cuerpo de su padre recién fallecido de un extremo al otro de Bangladés para el funeral. Mientras tanto, su novia en el extranjero le envía textos de aliento y amor. Pero son textos sin sentido para él: ¿qué entiende ella, allá en Brooklyn, de su dolor y su crisis y las responsabilidades familiares que se le vienen encima? Al leerlo, poco a poco me fui dando cuenta de que M había escrito el cuento desde la perspectiva de su ex-novio. Lo escribió con gran sensibilidad y perspicacia. Esta muchacha, cuando deje de lado la idea de ser médica (¡las familias asiáticas y su obsesión con que los hijos sean médicos!) y se dedique a escribir, va a ser buena narradora. Pero está bien que ensaye y viva los procesos que tiene que vivir. En todo caso, por esa sensibilidad suya yo la miraba con cariño.

No dije nada de lo que pensaba, pero sí elogié el cuento mientras caminábamos hasta la librería Greenlight. Ella quería comprarle un poemario de regalo a un amigo poeta, así que entramos directo a la sección de poesía. Estuvimos ojeando largo rato la colección y comentando poemarios, poetas y poetisas. Me llamaron la atención dos títulos: The Rain in Portugal de Billy Collins y Eros the Bittersweet de Anne Carson. 

A la portada y contraportada del primero les saqué foto y las mandé a Lisboa. Collins es neoyorquino. Sus poemas sencillos pero profundos, claros y sensibles, a veces tiernos, otras graciosos, otras tristes, me recuerdan los de nuestro yorugua Mario Benedetti. Le leí uno a M, "The Problem with Poetry" y nos reímos mucho. El problema con la poesía es que te hacer querer leer más poesía y después te da por escribir y eso nunca se va a acabar. 

Carson es canadiense. No la conocía pero me llamo la atención su librito porque el semestre pasado di un seminario sobre el Amor (Eros), comenzando con el Banquete de Platón. Por dicha no conocía a Carson porque me dio chance de esbozar algunas ideas propias sin sentirme apabullado: a veces veo que ya hay tanta belleza escrita que me dan ganas de callarme y no escribir nunca más, solo escuchar. En todo caso, ahora quiero leer el librito de Carson. Otro título más a la lista. Quizá algún día llegue a él. Eso sí, fui disciplinado y no compré ninguno de los dos libros. Ya tengo bastantes libros sobre el parlante de mi equipo de sonido que funge como mi mesa de noche. Hasta el verano, cuando esté libre, decidiré. M se decidió, con mi entusiasta apoyo, por el poemario Ariel de Sylvia Plath. Satisfechos con la decisión y huyendo de la tentación de comprar más libros, nos fuimos a tomar un café. 

Todos los cafés de Fort Greene estaban abarrotados. Al final optamos por Hungry Ghost. Estaba abarrotado también pero afuera había unas banquitas y la temperatura estaba en 5 centígrados, suficiente para conversar un ratico con un café calientico. Pedí un café americano y un croissant y me hicieron un cappuccino. No importaba. Salimos. Mientras la gente caminaba p'acá y p'allá frente a nosotros, le conté a M porqué la Eneida es mi libro de cabecera y porqué estoy leyendo la Odisea justo ahora. Lo segundo es porque tengo un compa tico, al cual llamo Lorca, que se pasa escribiendo poemas en un chat de compas de whatsapp, porque viaja por toda Costa Rica por trabajo y se la pasa extrañando a la esposa y los hijos. Me recuerda a Ulises. Por tanto, me decidí la semana pasada a leer la Odisea. En esas ando.

Luego volvimos al tema de su cuento. Le pregunté a M como se siente tras la ruptura con su novio de tantos años. Todavía anda golpeada. Claro. La escuché un buen rato. En estos casos, realmente, no tengo nada que decir. Sólo sé escuchar.

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