lunes, 27 de febrero de 2017

Fin de semana de carnaval en Nuyork


Desde que conocí a la galera recifense en el bailongo con Ladama Project he andado con tremendas saudades do Brasil y principalmente de Recife. No podía viajar hasta allá para bailar frevo en la ciudad antigua. Entonces decidí festejar mi propio carnaval en Nuyork, a mí manera. Empecé el viernes tempranito: a las 8 pm ya estaba en Barbès escuchando la roda de choro del grupo Regional de NY.  Se llama roda de choro porque los músicos se reúnen en círculo o rueda a tocar y la gente les rodea para escucharles. Así tocan en Becco. En Barbès tocan en el escenario, pero igual es un ambiente íntimo. Generalmente son cinco músicos: en la flauta, en el cavaquinho, en la guitarra de siete cuerdas, en el acordión y en la percusión, principalmente el pandeiro o pandereta. Con esa formación empiezan con el choro, o lloro, música para matizar la emociones: alegría nostálgica, tristeza esperanzada, esperanza melancólica. Pero después pasan al samba e incluso el forró. Cuando llegan bastantes brasileñas, se puede bailar como en fiesta de ritmos nordestinos. Pero el viernes faltaban la flauta y el acordión y en cambio había una mandolina. Sin acordión supe que no habría forró para acercarme al espíritu recifense. El concierto, entonces, consistió casi exclusivamente en chorinhos de Jacob do Bandolim, Nelson Cavaquinho y compañía. Me quedé tranquilo, bebiendo mi negra irlandesa de casi siempre pero recordando las deliciosas Bohemias que acostumbraba tomar los sábados al final de la tarde en la plaza del Acuario de Santos, mientras unos musicazos viejitos tocaban chorinho y me daban ganas de abrazar a mi negra peruana y la abracé mientras estuvo allá conmigo. Al final, sin embargo, los cuatro muchachos pasaron al samba y una brasileña veinteañera se puso a sambar con un par de gringas y animaron la fiesta, mientras yo me trasladaba al Carnaval de Río de Janeiro del 2009, donde vi tantas brasileñas sambar que por el resto de mi vida seré feliz.


Mis amigos colombianos de Yotoco brindaban segundo concierto de la noche en Barbès. Antes conversé un poco con Sebastián, el líder. Formamos un duo interesante o quizá irónico: un filósofo enamorado de la música y un músico enamorado de la filosofía. Él piensa que leer, escribir y enseñar filosofía es lo máximo y que la filosofía es el llamado más noble del ser humano. Yo en cambio siento que con la música soy feliz y quisiera poder tocarla. No toco ni la flauta dulce, pero por lo menos bailo. Y a eso iba. Con Yotoco el baile estaba garantizado: de la cumbia, plena, bomba y el merengue se pasa a la fusión, siempre bailable. Y bailé todas las piezas. Estaba tan animado que un par de muchachas, una puertorriqueña y después una gringa, me sacaron a bailar y yo realizadísimo acepté, faltaba más. Me acordé de una chama venezolana que me quiere llevar a su país. Dice que allá faltan muchos chamos para bailar y que si ella me gestiona el baile a $5 por tres piezas, como en Jackson Heights, haríamos negocio. ¡Yo me apunto! Bueno, la cuestión es que bailé tanto que me tuve que quitar la camisa y quedar en camiseta. Por dicha andaba una de cuello en V que no se veía mal: tampoco iba a deschavarme. Yotoco llegó a complacer. Tocaron prácticamente las dos horas, apenas con cinco minutos de descanso. Y en hora y cincuenta y cinco minutos nos regalaron un alegre carnaval, una "Sabrosería". Después conversé un poquito con la puertorriqueña, quien resultó ser la compañera de Gabo, el conguero de Yotoco, y con la gringuita, quien visitaba de Carolina del Norte. Conversé también con Ricardo, un muchacho puertorriqueño, alto, flaco, moreno, barbudo y con anteojos,  que he visto mucho en fiestas y conciertos. Tiene pinta de intelectual pero se nota que siente la música. Resultó pura vida el mae. Y resultó que Ricardo, Gabo y su novia bailadora, además de Sebastián y Natalia, los cantantes de Yotoco, irían la noche siguiente a escuchar a Bio Ritmo. Así que cuando me despedí, quedamos de vernos.


El sábado dormí bastante. Tenía que recuperar fuerzas para continuar el carnaval por la noche.  Durante la tarde revisé el manuscrito del libro. Es mucho trabajo pero ya viene, ya viene, este año sale. Luego me duché, cené rapidito, me alisté y salí al baile. Me encontré con Tami-san ya en el tren G, cambiamos al A y nos fuimos hasta el Meatpacking District en Manhattan a bailar salsa. Bio Ritmo, la orquesta que lidera la chilenita de los rizos castaños, tocaba en Subrosa. Cuando llegamos, pasaditas las ocho, ya sonaba la salsa en vivo. Subrosa es un club bonito. Se desciende por unas amplia y largas escaleras en cuyos descanso hay sillones para la gente que quiere sentarse a beber y escuchar desde allí. Pero la acción es abajo, en el salón donde está el escenario y la pista de baile. Para nuestra sorpresa, cuando llegamos casi todo el mundo estaba sentado a pesar del buen ritmo. Pero para Tami-san salir a bailar es difícil, por el esposo y los niños. El sábado aprovechaba que ellos andaban de viaje y se escapó a echarse una bailadita. Entonces no había tiempo que perder. Ella pidió una copita de Pinot Noir, yo una rubia belga, bebimos un sorbito y nos lanzamos a la pista. Pronto se levantó una pareja con pinta de caribeños, dominicanos o puertorriqueños, y luego otra pareja. Ya parecía baile. Al ratico llegó Dominique, una flautista de familia québécoise que conocí con la chilenita en Barbès hace poco, y se nos unió. Le di una mano a cada una y bailamos una pieza. Después se rieron y me dijeron "dichoso" por bailar con dos mujeres de una vez. "¡Diay, hay que aprovechar cuando se pueda!" Y bastante aproveché. Se suponía que vendría Oscar, un amigo peruano de Tami-san. Pero es chef y zafarse un sábado por la noche es imposible. No me quedó más remedio que sacrificarme y bailar toda la noche, ya con Tami-san, ya con Dominique, ya con las dos, para que estuvieran alegres. Mientras Bio Ritmo animaba la noche, la gente se fue lanzando a la pista, hasta que ya no había espacio. Por ahí me topé con Sebastián bailando con Natalia, Gabo el conguero con Karen y Ricardo con su novia. Éste muchacho, por cierto, resultó ser el DJ Tres+Dos, pues animó con buena música el descanso entre sets de Bio Ritmo. El segundo set fue furor y sudor, pero del bueno. Cuando se acabó el concierto, conversamos un buen rato, animados. Era la adrenalina. Le presenté todos a Tami y Dominique, la chilenita nos presentó a la gente de su orquesta, Sebastián me presentó a sus compas del grupo de lectura y quedamos de salir a comer algo y conversar. Tami-san, Dominique y yo salimos de Subrosa realizados por el bailongo y regresamos felices a Brooklyn.


El domingo me desperté pasadas las 11 am. Era una mañana soleada y silenciosa. Con el ritmo de la música todavía en mente, empecé a desayunar con papaya. Ya iba a chorrear mi cafecito Triángulo de Oro cuando me di cuenta que no tenía pan, ni siquiera alguna galletica. Me abrigué, salí al mercado del barrio e hice de una vez la compra de víveres para la semana. Volví muerto de hambre a casa pasado el mediodía. Ahí sí, chorreé café, tosté pan, le unté margarina de aceite de oliva y jaleíta de arándanos y desayuné como comió Ulises la tarde que se despierta en Phaiákia, después de haber sobrevivido la tempestad y el zozobrar de la balsa con que zarpó de la isla de la ninfa Calipso, y las doncellas de la princesa Nausikaa le dan de merendar. Bueno, no exactamente, porque no desperté para que me atendieran doncellas. Pero desperté feliz, desayuné feliz y así leí las Meditaciones de Descartes toda la tarde. Hice pausa para almorzar y continué leyendo. Me senté junto a la ventana para que el sol de invierno me acariciara la nuca y la espalda e iluminara las páginas. Yo pienso que las Meditaciones no son un argumento textual sino una práctica de meditación. Así que intenté meditar como los místicos cristianos que inspiraron al Descartes de formación jesuita. Cuando terminé, me fui a la piscina. Antes de entrar a la piscina, mi Sol lisboeta me envió algunos videos de su domingo por la ciudad blanca. ¡Qué linda es Lisboa! ¡Cuanta saudade de toda la península! Me lancé al agua inspirado y nadé con toda el alma. A veces me siento así. Después de todo, a falta de bailadita de domingo de carnaval, una nadadita rica me cayó al pelo.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario