Mientras caminaba por la calle East Second hacia el sur, me percaté de que varios niños judíos, quienes ya jugaban en la calle al finalizar el día de descanso, miraban hacia el cielo. Sus madres, sentadas en las gradas a la entrada de sus casas, también contemplaban algo aparentemente superior y celestial. Al mismo tiempo escuché un ronroneo de motor por detrás de la bossa nova de Magda. Pausé la música y miré hacia arriba.
Una avioneta volaba sobre Brooklyn y dibujaba, al liberar humo, un trazo curvo en el cielo, en forma de gancho. Pero no entendí. "¿Un gancho?", pensé perplejo.
Continué caminando mientras escuchaba a la avioneta maniobrar y atisbaba el cielo cada diez o quince pasos, para confirmar que la avioneta
daba una vuelta pero sin liberar humo.
Pasé de las
cuadras judías a la cuadra bengalí y mexicana. En ésta, los niños también
habían detenido sus juegos de fútbol, cricket, o “quedó” para mirar al cielo. Los
adultos, algunos en sus vestimentas musulmanas y otros “occidentalizados”, también lo observaban.
Miré de
nuevo. La avioneta trazó otra curva en forma de gancho, pero a la inversa.
Entonces lo vi claramente y entendí. Había dibujado un corazón blanco sobre un fondo azul celeste.
Judíos,
musulmanes y cristianos, practicantes o no; creyentes, agnósticos y ateos; y quizá otros también: todos contemplaban el mismo
corazón en el mismo cielo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario