martes, 28 de febrero de 2017
Brumas del Atlántico
Al final de la tarde el viento del sur trajo, hasta el corazón de Brooklyn, las brumas del Atlántico. Poco a poco éstas fueron envolviéndolo todo con su blanquecino aire de misterio. Desde un café en la rotonda del Bartel-Pritchard Square observé cómo las copas sin hojas de los árboles tristes en Prospect Park se borraron poco a poco entre ellas. "¿Será Palas Atenea escondiendo a Ulises dentro de un manto de niebla para protegerlo?", pensé, pues leía la Odisea. Como el intrépido Ulises, mis pensamientos navegaron a través del océano para desembarcar en las costas ibéricas del Atlántico, aquellas costas donde encontraron a mi Divina amiga y a mi Sol lisboeta. Dichosos mis pensamientos que navegaron por entre las atlánticas brumas para llegar hasta ellas.
lunes, 27 de febrero de 2017
Fin de semana de carnaval en Nuyork
ー
Desde que conocí a la galera recifense en el bailongo con Ladama Project he andado con tremendas saudades do Brasil y principalmente de Recife. No podía viajar hasta allá para bailar frevo en la ciudad antigua. Entonces decidí festejar mi propio carnaval en Nuyork, a mí manera. Empecé el viernes tempranito: a las 8 pm ya estaba en Barbès escuchando la roda de choro del grupo Regional de NY. Se llama roda de choro porque los músicos se reúnen en círculo o rueda a tocar y la gente les rodea para escucharles. Así tocan en Becco. En Barbès tocan en el escenario, pero igual es un ambiente íntimo. Generalmente son cinco músicos: en la flauta, en el cavaquinho, en la guitarra de siete cuerdas, en el acordión y en la percusión, principalmente el pandeiro o pandereta. Con esa formación empiezan con el choro, o lloro, música para matizar la emociones: alegría nostálgica, tristeza esperanzada, esperanza melancólica. Pero después pasan al samba e incluso el forró. Cuando llegan bastantes brasileñas, se puede bailar como en fiesta de ritmos nordestinos. Pero el viernes faltaban la flauta y el acordión y en cambio había una mandolina. Sin acordión supe que no habría forró para acercarme al espíritu recifense. El concierto, entonces, consistió casi exclusivamente en chorinhos de Jacob do Bandolim, Nelson Cavaquinho y compañía. Me quedé tranquilo, bebiendo mi negra irlandesa de casi siempre pero recordando las deliciosas Bohemias que acostumbraba tomar los sábados al final de la tarde en la plaza del Acuario de Santos, mientras unos musicazos viejitos tocaban chorinho y me daban ganas de abrazar a mi negra peruana y la abracé mientras estuvo allá conmigo. Al final, sin embargo, los cuatro muchachos pasaron al samba y una brasileña veinteañera se puso a sambar con un par de gringas y animaron la fiesta, mientras yo me trasladaba al Carnaval de Río de Janeiro del 2009, donde vi tantas brasileñas sambar que por el resto de mi vida seré feliz.
ニ
Mis amigos colombianos de Yotoco brindaban segundo concierto de la noche en Barbès. Antes conversé un poco con Sebastián, el líder. Formamos un duo interesante o quizá irónico: un filósofo enamorado de la música y un músico enamorado de la filosofía. Él piensa que leer, escribir y enseñar filosofía es lo máximo y que la filosofía es el llamado más noble del ser humano. Yo en cambio siento que con la música soy feliz y quisiera poder tocarla. No toco ni la flauta dulce, pero por lo menos bailo. Y a eso iba. Con Yotoco el baile estaba garantizado: de la cumbia, plena, bomba y el merengue se pasa a la fusión, siempre bailable. Y bailé todas las piezas. Estaba tan animado que un par de muchachas, una puertorriqueña y después una gringa, me sacaron a bailar y yo realizadísimo acepté, faltaba más. Me acordé de una chama venezolana que me quiere llevar a su país. Dice que allá faltan muchos chamos para bailar y que si ella me gestiona el baile a $5 por tres piezas, como en Jackson Heights, haríamos negocio. ¡Yo me apunto! Bueno, la cuestión es que bailé tanto que me tuve que quitar la camisa y quedar en camiseta. Por dicha andaba una de cuello en V que no se veía mal: tampoco iba a deschavarme. Yotoco llegó a complacer. Tocaron prácticamente las dos horas, apenas con cinco minutos de descanso. Y en hora y cincuenta y cinco minutos nos regalaron un alegre carnaval, una "Sabrosería". Después conversé un poquito con la puertorriqueña, quien resultó ser la compañera de Gabo, el conguero de Yotoco, y con la gringuita, quien visitaba de Carolina del Norte. Conversé también con Ricardo, un muchacho puertorriqueño, alto, flaco, moreno, barbudo y con anteojos, que he visto mucho en fiestas y conciertos. Tiene pinta de intelectual pero se nota que siente la música. Resultó pura vida el mae. Y resultó que Ricardo, Gabo y su novia bailadora, además de Sebastián y Natalia, los cantantes de Yotoco, irían la noche siguiente a escuchar a Bio Ritmo. Así que cuando me despedí, quedamos de vernos.
三
El sábado dormí bastante. Tenía que recuperar fuerzas para continuar el carnaval por la noche. Durante la tarde revisé el manuscrito del libro. Es mucho trabajo pero ya viene, ya viene, este año sale. Luego me duché, cené rapidito, me alisté y salí al baile. Me encontré con Tami-san ya en el tren G, cambiamos al A y nos fuimos hasta el Meatpacking District en Manhattan a bailar salsa. Bio Ritmo, la orquesta que lidera la chilenita de los rizos castaños, tocaba en Subrosa. Cuando llegamos, pasaditas las ocho, ya sonaba la salsa en vivo. Subrosa es un club bonito. Se desciende por unas amplia y largas escaleras en cuyos descanso hay sillones para la gente que quiere sentarse a beber y escuchar desde allí. Pero la acción es abajo, en el salón donde está el escenario y la pista de baile. Para nuestra sorpresa, cuando llegamos casi todo el mundo estaba sentado a pesar del buen ritmo. Pero para Tami-san salir a bailar es difícil, por el esposo y los niños. El sábado aprovechaba que ellos andaban de viaje y se escapó a echarse una bailadita. Entonces no había tiempo que perder. Ella pidió una copita de Pinot Noir, yo una rubia belga, bebimos un sorbito y nos lanzamos a la pista. Pronto se levantó una pareja con pinta de caribeños, dominicanos o puertorriqueños, y luego otra pareja. Ya parecía baile. Al ratico llegó Dominique, una flautista de familia québécoise que conocí con la chilenita en Barbès hace poco, y se nos unió. Le di una mano a cada una y bailamos una pieza. Después se rieron y me dijeron "dichoso" por bailar con dos mujeres de una vez. "¡Diay, hay que aprovechar cuando se pueda!" Y bastante aproveché. Se suponía que vendría Oscar, un amigo peruano de Tami-san. Pero es chef y zafarse un sábado por la noche es imposible. No me quedó más remedio que sacrificarme y bailar toda la noche, ya con Tami-san, ya con Dominique, ya con las dos, para que estuvieran alegres. Mientras Bio Ritmo animaba la noche, la gente se fue lanzando a la pista, hasta que ya no había espacio. Por ahí me topé con Sebastián bailando con Natalia, Gabo el conguero con Karen y Ricardo con su novia. Éste muchacho, por cierto, resultó ser el DJ Tres+Dos, pues animó con buena música el descanso entre sets de Bio Ritmo. El segundo set fue furor y sudor, pero del bueno. Cuando se acabó el concierto, conversamos un buen rato, animados. Era la adrenalina. Le presenté todos a Tami y Dominique, la chilenita nos presentó a la gente de su orquesta, Sebastián me presentó a sus compas del grupo de lectura y quedamos de salir a comer algo y conversar. Tami-san, Dominique y yo salimos de Subrosa realizados por el bailongo y regresamos felices a Brooklyn.
四
El domingo me desperté pasadas las 11 am. Era una mañana soleada y silenciosa. Con el ritmo de la música todavía en mente, empecé a desayunar con papaya. Ya iba a chorrear mi cafecito Triángulo de Oro cuando me di cuenta que no tenía pan, ni siquiera alguna galletica. Me abrigué, salí al mercado del barrio e hice de una vez la compra de víveres para la semana. Volví muerto de hambre a casa pasado el mediodía. Ahí sí, chorreé café, tosté pan, le unté margarina de aceite de oliva y jaleíta de arándanos y desayuné como comió Ulises la tarde que se despierta en Phaiákia, después de haber sobrevivido la tempestad y el zozobrar de la balsa con que zarpó de la isla de la ninfa Calipso, y las doncellas de la princesa Nausikaa le dan de merendar. Bueno, no exactamente, porque no desperté para que me atendieran doncellas. Pero desperté feliz, desayuné feliz y así leí las Meditaciones de Descartes toda la tarde. Hice pausa para almorzar y continué leyendo. Me senté junto a la ventana para que el sol de invierno me acariciara la nuca y la espalda e iluminara las páginas. Yo pienso que las Meditaciones no son un argumento textual sino una práctica de meditación. Así que intenté meditar como los místicos cristianos que inspiraron al Descartes de formación jesuita. Cuando terminé, me fui a la piscina. Antes de entrar a la piscina, mi Sol lisboeta me envió algunos videos de su domingo por la ciudad blanca. ¡Qué linda es Lisboa! ¡Cuanta saudade de toda la península! Me lancé al agua inspirado y nadé con toda el alma. A veces me siento así. Después de todo, a falta de bailadita de domingo de carnaval, una nadadita rica me cayó al pelo.
Desde que conocí a la galera recifense en el bailongo con Ladama Project he andado con tremendas saudades do Brasil y principalmente de Recife. No podía viajar hasta allá para bailar frevo en la ciudad antigua. Entonces decidí festejar mi propio carnaval en Nuyork, a mí manera. Empecé el viernes tempranito: a las 8 pm ya estaba en Barbès escuchando la roda de choro del grupo Regional de NY. Se llama roda de choro porque los músicos se reúnen en círculo o rueda a tocar y la gente les rodea para escucharles. Así tocan en Becco. En Barbès tocan en el escenario, pero igual es un ambiente íntimo. Generalmente son cinco músicos: en la flauta, en el cavaquinho, en la guitarra de siete cuerdas, en el acordión y en la percusión, principalmente el pandeiro o pandereta. Con esa formación empiezan con el choro, o lloro, música para matizar la emociones: alegría nostálgica, tristeza esperanzada, esperanza melancólica. Pero después pasan al samba e incluso el forró. Cuando llegan bastantes brasileñas, se puede bailar como en fiesta de ritmos nordestinos. Pero el viernes faltaban la flauta y el acordión y en cambio había una mandolina. Sin acordión supe que no habría forró para acercarme al espíritu recifense. El concierto, entonces, consistió casi exclusivamente en chorinhos de Jacob do Bandolim, Nelson Cavaquinho y compañía. Me quedé tranquilo, bebiendo mi negra irlandesa de casi siempre pero recordando las deliciosas Bohemias que acostumbraba tomar los sábados al final de la tarde en la plaza del Acuario de Santos, mientras unos musicazos viejitos tocaban chorinho y me daban ganas de abrazar a mi negra peruana y la abracé mientras estuvo allá conmigo. Al final, sin embargo, los cuatro muchachos pasaron al samba y una brasileña veinteañera se puso a sambar con un par de gringas y animaron la fiesta, mientras yo me trasladaba al Carnaval de Río de Janeiro del 2009, donde vi tantas brasileñas sambar que por el resto de mi vida seré feliz.
ニ
Mis amigos colombianos de Yotoco brindaban segundo concierto de la noche en Barbès. Antes conversé un poco con Sebastián, el líder. Formamos un duo interesante o quizá irónico: un filósofo enamorado de la música y un músico enamorado de la filosofía. Él piensa que leer, escribir y enseñar filosofía es lo máximo y que la filosofía es el llamado más noble del ser humano. Yo en cambio siento que con la música soy feliz y quisiera poder tocarla. No toco ni la flauta dulce, pero por lo menos bailo. Y a eso iba. Con Yotoco el baile estaba garantizado: de la cumbia, plena, bomba y el merengue se pasa a la fusión, siempre bailable. Y bailé todas las piezas. Estaba tan animado que un par de muchachas, una puertorriqueña y después una gringa, me sacaron a bailar y yo realizadísimo acepté, faltaba más. Me acordé de una chama venezolana que me quiere llevar a su país. Dice que allá faltan muchos chamos para bailar y que si ella me gestiona el baile a $5 por tres piezas, como en Jackson Heights, haríamos negocio. ¡Yo me apunto! Bueno, la cuestión es que bailé tanto que me tuve que quitar la camisa y quedar en camiseta. Por dicha andaba una de cuello en V que no se veía mal: tampoco iba a deschavarme. Yotoco llegó a complacer. Tocaron prácticamente las dos horas, apenas con cinco minutos de descanso. Y en hora y cincuenta y cinco minutos nos regalaron un alegre carnaval, una "Sabrosería". Después conversé un poquito con la puertorriqueña, quien resultó ser la compañera de Gabo, el conguero de Yotoco, y con la gringuita, quien visitaba de Carolina del Norte. Conversé también con Ricardo, un muchacho puertorriqueño, alto, flaco, moreno, barbudo y con anteojos, que he visto mucho en fiestas y conciertos. Tiene pinta de intelectual pero se nota que siente la música. Resultó pura vida el mae. Y resultó que Ricardo, Gabo y su novia bailadora, además de Sebastián y Natalia, los cantantes de Yotoco, irían la noche siguiente a escuchar a Bio Ritmo. Así que cuando me despedí, quedamos de vernos.
三
El sábado dormí bastante. Tenía que recuperar fuerzas para continuar el carnaval por la noche. Durante la tarde revisé el manuscrito del libro. Es mucho trabajo pero ya viene, ya viene, este año sale. Luego me duché, cené rapidito, me alisté y salí al baile. Me encontré con Tami-san ya en el tren G, cambiamos al A y nos fuimos hasta el Meatpacking District en Manhattan a bailar salsa. Bio Ritmo, la orquesta que lidera la chilenita de los rizos castaños, tocaba en Subrosa. Cuando llegamos, pasaditas las ocho, ya sonaba la salsa en vivo. Subrosa es un club bonito. Se desciende por unas amplia y largas escaleras en cuyos descanso hay sillones para la gente que quiere sentarse a beber y escuchar desde allí. Pero la acción es abajo, en el salón donde está el escenario y la pista de baile. Para nuestra sorpresa, cuando llegamos casi todo el mundo estaba sentado a pesar del buen ritmo. Pero para Tami-san salir a bailar es difícil, por el esposo y los niños. El sábado aprovechaba que ellos andaban de viaje y se escapó a echarse una bailadita. Entonces no había tiempo que perder. Ella pidió una copita de Pinot Noir, yo una rubia belga, bebimos un sorbito y nos lanzamos a la pista. Pronto se levantó una pareja con pinta de caribeños, dominicanos o puertorriqueños, y luego otra pareja. Ya parecía baile. Al ratico llegó Dominique, una flautista de familia québécoise que conocí con la chilenita en Barbès hace poco, y se nos unió. Le di una mano a cada una y bailamos una pieza. Después se rieron y me dijeron "dichoso" por bailar con dos mujeres de una vez. "¡Diay, hay que aprovechar cuando se pueda!" Y bastante aproveché. Se suponía que vendría Oscar, un amigo peruano de Tami-san. Pero es chef y zafarse un sábado por la noche es imposible. No me quedó más remedio que sacrificarme y bailar toda la noche, ya con Tami-san, ya con Dominique, ya con las dos, para que estuvieran alegres. Mientras Bio Ritmo animaba la noche, la gente se fue lanzando a la pista, hasta que ya no había espacio. Por ahí me topé con Sebastián bailando con Natalia, Gabo el conguero con Karen y Ricardo con su novia. Éste muchacho, por cierto, resultó ser el DJ Tres+Dos, pues animó con buena música el descanso entre sets de Bio Ritmo. El segundo set fue furor y sudor, pero del bueno. Cuando se acabó el concierto, conversamos un buen rato, animados. Era la adrenalina. Le presenté todos a Tami y Dominique, la chilenita nos presentó a la gente de su orquesta, Sebastián me presentó a sus compas del grupo de lectura y quedamos de salir a comer algo y conversar. Tami-san, Dominique y yo salimos de Subrosa realizados por el bailongo y regresamos felices a Brooklyn.
四
El domingo me desperté pasadas las 11 am. Era una mañana soleada y silenciosa. Con el ritmo de la música todavía en mente, empecé a desayunar con papaya. Ya iba a chorrear mi cafecito Triángulo de Oro cuando me di cuenta que no tenía pan, ni siquiera alguna galletica. Me abrigué, salí al mercado del barrio e hice de una vez la compra de víveres para la semana. Volví muerto de hambre a casa pasado el mediodía. Ahí sí, chorreé café, tosté pan, le unté margarina de aceite de oliva y jaleíta de arándanos y desayuné como comió Ulises la tarde que se despierta en Phaiákia, después de haber sobrevivido la tempestad y el zozobrar de la balsa con que zarpó de la isla de la ninfa Calipso, y las doncellas de la princesa Nausikaa le dan de merendar. Bueno, no exactamente, porque no desperté para que me atendieran doncellas. Pero desperté feliz, desayuné feliz y así leí las Meditaciones de Descartes toda la tarde. Hice pausa para almorzar y continué leyendo. Me senté junto a la ventana para que el sol de invierno me acariciara la nuca y la espalda e iluminara las páginas. Yo pienso que las Meditaciones no son un argumento textual sino una práctica de meditación. Así que intenté meditar como los místicos cristianos que inspiraron al Descartes de formación jesuita. Cuando terminé, me fui a la piscina. Antes de entrar a la piscina, mi Sol lisboeta me envió algunos videos de su domingo por la ciudad blanca. ¡Qué linda es Lisboa! ¡Cuanta saudade de toda la península! Me lancé al agua inspirado y nadé con toda el alma. A veces me siento así. Después de todo, a falta de bailadita de domingo de carnaval, una nadadita rica me cayó al pelo.
lunes, 20 de febrero de 2017
Bodas de sangre con una Boddingtons
El sábado decidí leer, escribir un poquito y quedarme tranquilo en mi casa. Por la noche me serví una trigueña inglesa llamada Boddingtons y me dispuse a ver de nuevo La novia, de Paula Ortiz, cinta basada en las Bodas de sangre de Federico García Lorca.
La primera vez la vi en la sala del Magaly, en San José. Aluciné en el cine y la ponderé después. Esta vez la vi en mi cuevita brooklyniana y me hipnotizó. Después me quedé sin palabras. ¿Qué decir después de que la novia exclama?:
¡Ay que sinrazón! No quiero
contigo cama ni cena,
y no hay minuto del día
que estar contigo no quiera,
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba.
Solo atiné a mirar varias veces más la escena en la que se enfrentan el novio y Leonardo por la novia mientras Soledad Vélez canta el poema "Pequeño vals vienés" del maestro García Lorca. Me gusta casi tanto como la interpretación de Silvia Pérez Cruz.
Miré la escena y pensé que en épocas más confusas, sin quererlo, arrastrado por las pasiones, he sido el novio o Leonardo o la novia. A veces, he sido dos de los tres personajes al mismo tiempo. Otras veces he presenciado esa dinámica lorquiana de cerca: demasiado cerca. Sentí por los personajes. Al menos yo estoy vivo, libre y no me arrastra corriente de oscuras aguas. Sol acariciándome, me baño en cristalinas aguas de reposo. Llegará la hora de zambullirme de nuevo pero espero saber nadar en aguas diáfanas como las del Pacuare, aunque haya rocas y rápidos. Hasta entonces: ¡Salú! A los momentos felices, como una novia guapa cantando "La Tarara", también de Lorca!
La primera vez la vi en la sala del Magaly, en San José. Aluciné en el cine y la ponderé después. Esta vez la vi en mi cuevita brooklyniana y me hipnotizó. Después me quedé sin palabras. ¿Qué decir después de que la novia exclama?:
¡Ay que sinrazón! No quiero
contigo cama ni cena,
y no hay minuto del día
que estar contigo no quiera,
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba.
Solo atiné a mirar varias veces más la escena en la que se enfrentan el novio y Leonardo por la novia mientras Soledad Vélez canta el poema "Pequeño vals vienés" del maestro García Lorca. Me gusta casi tanto como la interpretación de Silvia Pérez Cruz.
Miré la escena y pensé que en épocas más confusas, sin quererlo, arrastrado por las pasiones, he sido el novio o Leonardo o la novia. A veces, he sido dos de los tres personajes al mismo tiempo. Otras veces he presenciado esa dinámica lorquiana de cerca: demasiado cerca. Sentí por los personajes. Al menos yo estoy vivo, libre y no me arrastra corriente de oscuras aguas. Sol acariciándome, me baño en cristalinas aguas de reposo. Llegará la hora de zambullirme de nuevo pero espero saber nadar en aguas diáfanas como las del Pacuare, aunque haya rocas y rápidos. Hasta entonces: ¡Salú! A los momentos felices, como una novia guapa cantando "La Tarara", también de Lorca!
viernes, 17 de febrero de 2017
Esperando a Tami-san con Ulises y Calipso en el Kos Kaffe
Estoy en problemas: debería estar estudiando filosofía moderna para el susodicho curso que estoy dando, pero se me está yendo todo el tiempo leyendo la Odisea. Osea, mis estudiantes andan leyendo para el curso y su profe anda distraído leyendo otra cosa. Pero siento tanto placer en esto que no puedo parar. Hoy por ejemplo: al menos trabajé en mi libro de mañana pero después de almuerzo me fui al Kos Kaffe en Park Slope a leer. Había quedado de verme ahí con Tami-san. Mientras la esperaba, Hermes llegó de parte de Zeus a ordenarle a la ninfa Calipso que liberara a Ulises de su isla y su cautiverio para que pudiera emprender el regreso a Ítaca. Ulises, triste, lloraba mirando al mar y añorando a su Penélope. Calipso, la más bella de las ninfas, obedeció a los dioses y le anunció a Ulises que le liberaría y le ayudaría a construir una balsa para que zarpara de la isla. La ninfa inquirió: ¿qué tiene ella, una mortal, que no tenga yo, una diosa? Ulises, el astuto, le responde: Nada, su mortal semblante palidece frente a tu divina belleza, pero extraño mi tierra. Resultado: Van y se regocijan juntos y yacen uno al lado del otro la última noche. "¡Ulises! Añorás a Penélope pero tu buena gozadota con Calipso te has dado antes de zarpar". De esto me reía cuando llegó Tami-san, con su sonrisa cálida y sus ojos dulces. Me alegré de verla y nos pusimos a conversar de inmediato. Había dos meses de vida que comentar. Y allí dejé a Ulises, durmiendo desnudo al lado de la bella ninfa que lo cautivaba. Pobrecito.
lunes, 13 de febrero de 2017
¿Ulises yo?
Esta tarde de lunes feriado, mientras lavaba dos semanas y pico de ropa en la lavandería china de Prospect Park West, continué mi lectura de la Odisea. Telémaco ha llegado hasta el reino de Menelao en busca de pistas sobre el paradero de su padre Ulises, desaparecido al regresar de la guerra de Troya. Mientras tanto en Ítaca, Penélope, madre de Telémaco y mujer del ingenioso Ulises, sufre por el peligro que corre la vida de su hijo, habiendo perdido ya a su esposo, corazón de león. Mientras tanto yo, en la lavandería, hice una pausa, cerré el libro, miré gente pasar por la acera y se me vino un pensamiento-sentimiento de repente al pecho: ¿estaré en realidad leyendo la Odisea para saber si yo haría vida de Ulises peripatético, zarpando de Ítaca pero anhelando siempre el momento de volver a casa con Penélope y Telémaco? ¿Podría ser una variante de vida peripatética? Abrí el libro y continué leyendo.
domingo, 12 de febrero de 2017
Cuento y poesía con M en la Greenlight
Nos encontramos en las escaleras de entrada a la Brooklyn Academy of Music en Fort Greene. Llegó media hora atrasada y se disculpó varias veces. "Pero así son los trenes los sábados en Nueva York y además, yo soy latinoamericano, no japonés", pensé. En realidad, la miraba con admiración pues de camino a BAM yo había leído el cuentico que publicó hace poco en una revista literaria de la U. Es breve y escrito en primera persona. El narrador cuenta su experiencia llevando el cuerpo de su padre recién fallecido de un extremo al otro de Bangladés para el funeral. Mientras tanto, su novia en el extranjero le envía textos de aliento y amor. Pero son textos sin sentido para él: ¿qué entiende ella, allá en Brooklyn, de su dolor y su crisis y las responsabilidades familiares que se le vienen encima? Al leerlo, poco a poco me fui dando cuenta de que M había escrito el cuento desde la perspectiva de su ex-novio. Lo escribió con gran sensibilidad y perspicacia. Esta muchacha, cuando deje de lado la idea de ser médica (¡las familias asiáticas y su obsesión con que los hijos sean médicos!) y se dedique a escribir, va a ser buena narradora. Pero está bien que ensaye y viva los procesos que tiene que vivir. En todo caso, por esa sensibilidad suya yo la miraba con cariño.
No dije nada de lo que pensaba, pero sí elogié el cuento mientras caminábamos hasta la librería Greenlight. Ella quería comprarle un poemario de regalo a un amigo poeta, así que entramos directo a la sección de poesía. Estuvimos ojeando largo rato la colección y comentando poemarios, poetas y poetisas. Me llamaron la atención dos títulos: The Rain in Portugal de Billy Collins y Eros the Bittersweet de Anne Carson.
A la portada y contraportada del primero les saqué foto y las mandé a Lisboa. Collins es neoyorquino. Sus poemas sencillos pero profundos, claros y sensibles, a veces tiernos, otras graciosos, otras tristes, me recuerdan los de nuestro yorugua Mario Benedetti. Le leí uno a M, "The Problem with Poetry" y nos reímos mucho. El problema con la poesía es que te hacer querer leer más poesía y después te da por escribir y eso nunca se va a acabar.
Carson es canadiense. No la conocía pero me llamo la atención su librito porque el semestre pasado di un seminario sobre el Amor (Eros), comenzando con el Banquete de Platón. Por dicha no conocía a Carson porque me dio chance de esbozar algunas ideas propias sin sentirme apabullado: a veces veo que ya hay tanta belleza escrita que me dan ganas de callarme y no escribir nunca más, solo escuchar. En todo caso, ahora quiero leer el librito de Carson. Otro título más a la lista. Quizá algún día llegue a él. Eso sí, fui disciplinado y no compré ninguno de los dos libros. Ya tengo bastantes libros sobre el parlante de mi equipo de sonido que funge como mi mesa de noche. Hasta el verano, cuando esté libre, decidiré. M se decidió, con mi entusiasta apoyo, por el poemario Ariel de Sylvia Plath. Satisfechos con la decisión y huyendo de la tentación de comprar más libros, nos fuimos a tomar un café.
Todos los cafés de Fort Greene estaban abarrotados. Al final optamos por Hungry Ghost. Estaba abarrotado también pero afuera había unas banquitas y la temperatura estaba en 5 centígrados, suficiente para conversar un ratico con un café calientico. Pedí un café americano y un croissant y me hicieron un cappuccino. No importaba. Salimos. Mientras la gente caminaba p'acá y p'allá frente a nosotros, le conté a M porqué la Eneida es mi libro de cabecera y porqué estoy leyendo la Odisea justo ahora. Lo segundo es porque tengo un compa tico, al cual llamo Lorca, que se pasa escribiendo poemas en un chat de compas de whatsapp, porque viaja por toda Costa Rica por trabajo y se la pasa extrañando a la esposa y los hijos. Me recuerda a Ulises. Por tanto, me decidí la semana pasada a leer la Odisea. En esas ando.
Luego volvimos al tema de su cuento. Le pregunté a M como se siente tras la ruptura con su novio de tantos años. Todavía anda golpeada. Claro. La escuché un buen rato. En estos casos, realmente, no tengo nada que decir. Sólo sé escuchar.
No dije nada de lo que pensaba, pero sí elogié el cuento mientras caminábamos hasta la librería Greenlight. Ella quería comprarle un poemario de regalo a un amigo poeta, así que entramos directo a la sección de poesía. Estuvimos ojeando largo rato la colección y comentando poemarios, poetas y poetisas. Me llamaron la atención dos títulos: The Rain in Portugal de Billy Collins y Eros the Bittersweet de Anne Carson.
A la portada y contraportada del primero les saqué foto y las mandé a Lisboa. Collins es neoyorquino. Sus poemas sencillos pero profundos, claros y sensibles, a veces tiernos, otras graciosos, otras tristes, me recuerdan los de nuestro yorugua Mario Benedetti. Le leí uno a M, "The Problem with Poetry" y nos reímos mucho. El problema con la poesía es que te hacer querer leer más poesía y después te da por escribir y eso nunca se va a acabar.
Carson es canadiense. No la conocía pero me llamo la atención su librito porque el semestre pasado di un seminario sobre el Amor (Eros), comenzando con el Banquete de Platón. Por dicha no conocía a Carson porque me dio chance de esbozar algunas ideas propias sin sentirme apabullado: a veces veo que ya hay tanta belleza escrita que me dan ganas de callarme y no escribir nunca más, solo escuchar. En todo caso, ahora quiero leer el librito de Carson. Otro título más a la lista. Quizá algún día llegue a él. Eso sí, fui disciplinado y no compré ninguno de los dos libros. Ya tengo bastantes libros sobre el parlante de mi equipo de sonido que funge como mi mesa de noche. Hasta el verano, cuando esté libre, decidiré. M se decidió, con mi entusiasta apoyo, por el poemario Ariel de Sylvia Plath. Satisfechos con la decisión y huyendo de la tentación de comprar más libros, nos fuimos a tomar un café.
Todos los cafés de Fort Greene estaban abarrotados. Al final optamos por Hungry Ghost. Estaba abarrotado también pero afuera había unas banquitas y la temperatura estaba en 5 centígrados, suficiente para conversar un ratico con un café calientico. Pedí un café americano y un croissant y me hicieron un cappuccino. No importaba. Salimos. Mientras la gente caminaba p'acá y p'allá frente a nosotros, le conté a M porqué la Eneida es mi libro de cabecera y porqué estoy leyendo la Odisea justo ahora. Lo segundo es porque tengo un compa tico, al cual llamo Lorca, que se pasa escribiendo poemas en un chat de compas de whatsapp, porque viaja por toda Costa Rica por trabajo y se la pasa extrañando a la esposa y los hijos. Me recuerda a Ulises. Por tanto, me decidí la semana pasada a leer la Odisea. En esas ando.
Luego volvimos al tema de su cuento. Le pregunté a M como se siente tras la ruptura con su novio de tantos años. Todavía anda golpeada. Claro. La escuché un buen rato. En estos casos, realmente, no tengo nada que decir. Sólo sé escuchar.
sábado, 11 de febrero de 2017
Fantasía en claroscuro
Gitana:
Tus negros ojos,
profundos como mares,
infinitos como noche
estrellada de abril,
relucientes como ónix,
me traen claridad.
viernes, 10 de febrero de 2017
Sol de mi sereno invierno
Sol brillante y generoso
de mi sereno invierno,
surgís suavemente
en resplandores dorados,
trepás con cuidado
a lo alto del azul cielo,
y fulgís sobre mi jardín
nevado y pacífico,
iluminando mi hogar.
de mi sereno invierno,
surgís suavemente
en resplandores dorados,
trepás con cuidado
a lo alto del azul cielo,
y fulgís sobre mi jardín
nevado y pacífico,
iluminando mi hogar.
Tras la tormenta
一
Lago opalino,
espejo de divinas
miradas grises.
二
Leves pisadas
sobre el grueso manto
de fresca nieve.
三
Lago opalino,
espejo de divinas
miradas grises.
二
Leves pisadas
sobre el grueso manto
de fresca nieve.
三
En jovial jugar
de niños en trineo
hay felicidad.
jueves, 9 de febrero de 2017
Tormenta de nieve
一
Albas gaviotas
sobrevuelan níveos
parajes fríos.
二
Copos fluctúan
en incesante viento
cual bailarinas.
三
Hiedra sin hojas,
bella dama, vístese
de blanco traje.
匹
Estoico árbol
eleva recios brazos:
Al cielo, ¡gracias!
miércoles, 1 de febrero de 2017
Primera madrugada de febrero
Amo la quietud de la noche después de una nevada gentil y las sombras de las cercas de madera y los vivos arbustos que proyectan sobre la nieve en el jardín las luces de mis vecinos, seres nocturnos y solitarios como yo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)