He recordado también las veces que he podido festejar el carnaval en Río de Janeiro con amigas y en Porto Velho enamorado de una garota amazônica. Después de aquel carnaval no nos volvimos a encontrar. Ni he podido regresar a Brasil durante el carnaval. Pero pasa el dolor y queda el amor disfrutado y el baile y la alegría de los momentos compartidos y bien vividos.
Llegan además nuevos carnavales para festejarlos donde sea y con la gente que quiera. Y aquí estoy de pie y me preparo para bailar esta noche, cuerpo a cuerpo con todos los cuerpos, y disfrutar. Que el cielo nublado y la lluvia de un sábado brooklyniano un tanto apagado no me impidan la celebración de carnaval. ¡A bailar!
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