En un punto de la trama, Ana y Vronsky se han jugado ya por su amorío y aunque viven momentos de alegría también sobrellevan momentos de frustración y tristeza. El narrador entonces observa que los personajes han cometido el mismo error que cometen todas las personas en algún momento de su vida: pensar que la felicidad consiste en la satisfacción de todos sus deseos.
Aunque sentí compasión por Ana y Vronsky, me impactó la perspicacia de Tolstoy. Su oración es sencilla pero certera. En vez de juzgar a los personajes, cuando la leí pensé en mis propias confusiones en varios momentos de mi vida.
Hoy la recordé al meditar a la orilla del lago después del día de clases. ¿Cuántas veces he pensado que la satisfacción de algún deseo intenso aumentaría mi felicidad? Algunas veces he descubierto, sin embargo, que un deseo satisfecho no me ha traído la felicidad que esperaba. Otras veces, el incumplimiento de un anhelo se ha convertido, con el paso del tiempo, en una bendición.
Aunque a veces podés preverlo, nunca sabés con certeza adónde conducirán tus deseos y anhelos. Algunas filosofías recomiendan no anhelar, ni desear. Yo no voy tan lejos. Anhelar, desear y arriesgar por lo que querés es parte de una vida plena. Pero tenés que mantener presente que la felicidad no consiste en el cumplimiento pleno de tu voluntad. Si un deseo no se te da, tenés que dejarlo ir aunque te duela. Si se te da y descubrís que te has equivocado, reconocelo y perdonate. Si se te cumple y es bueno, agradecé a la Vida.
Soltando anhelos incumplidos a la orilla del Lago Prospect |
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