Su última mañana en Coronado, L se levantó temprano y salió a buscar el pan para el desayuno. La imaginé caminando hacia la panadería, fresquita y alegre, a las 6 am, esa hora de luz suave y abundante y temperatura fresca en San José. L ya no regresaría a casa. Pero sus últimas sensaciones conscientes debieron ser agradables, placenteras: la intensidad de la luz tropical, el frescor del aire montañez, el día pleno en posibilidades, el saludo y las voces de los vecinos, la anticipación del sabor del café negro con pan fresco.
Esto imaginé. Me percaté que el pensar en M, A y el pan estaba vinculado de forma misteriosa. Y dejé que la luz plena que iluminaba esta mañana brooklyniana iluminara también mis pensamientos y sentimientos. Permití que esa luz invadiera los recovecos un tanto oscuros de mi corazón dolido en estos últimos días. L es hoy un haz de luz tropical en nuestros corazones.
Corazones iluminados por luz tropical |
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