Las dos cartas más recientes no las deposité en un buzón. Por casualidad, o por obra de la Divina Providencia, cuando llevaba la del sábado al buzón de las avenidas McDonald y Church me encontré con un cartero que repartía correspondencia. Sabía que si la depositaba en el buzón, la carta no saldría hasta el lunes. Pero pensé que si se la daba a él, quizá saldría esa misma noche. Le pregunté si me la recibiría y me dijo que sí. Se la entregué en la mano y él la guardó en el compartimiento de su bolsa para la correspondencia saliente. Le agradecí. Era un hombre chino, bajito y menudo, serio pero cortés.
La carta del lunes la llevaba al buzón de la esquina de la avenida Ditmas con la calle East 5th. Atardecía y también había pasado la hora en que se recoge la correspondencia allí. Pero observé a una cartera en la acera del frente. Crucé la calle y le pregunté, con las mismas palabras, si me recibiría la carta. La señora de pelo crespo, corto y negro, ojos grises, labios finos, nariz afilada y puntiaguda y tez blanca, de la edad de mi mamá diría yo, me respondió, con una sonrisa: "Por supuesto, cada vez que usted quiera". Se la entregué en la mano y la guardó en el mismo compartimiento de la bolsa de correo.
En griego ángel significa mensajero. Esta semana me encontré con dos ángeles. Para mí son seres divinos que llevan mis mensajes de amor y esperanza y les bendigo.
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