domingo, 11 de octubre de 2015

Silencio en Kensington después del Sukkot

En los días anteriores al Sukkot o Fiesta de los Tabernáculos, mis vecinos judíos se dedicaron a construir sus cabañitas de madera en patios y balcones. Ellas recuerdan las tiendas que llevaron sus antepasados nómadas consigo por el desierto durante el éxodo. Ya habían bienvenido el año 5776 durante Rosh Hashanah y observado el día del perdón y el arrepentimiento sincero durante Yom Kipur. Yo me preparé para escuchar a mis vecinos de al lado conversar y cantar al reunirse y comer o cenar en sus cabañas. Desde que llegué a vivir a mi calle brooklyniana hace más de nueve años, me ha parecido su celebración más expresiva y alegre.

Durante la tercera noche del Sukkot, salí a la calle de noche con rumbo a la lavandería. Debía lavar mi ropa y sábanas para recibir a mi visita. Me topé con tres muchachos ortodoxos cantanto alegremente. Vestían sus sombreros, trajes enteros y zapatos negros y su camisa blanca: todo muy sobrio. Pero cantaban en hebreo, batían palmas y bailaban. 

En el club social diagonal a mi casa, los viejillos rusos habían sacado sus mesas a la acera para improvisar una terraza al aire libre, como todas las noches de temperatura agradable. Jugaban dominó y backgammon mientras bebían té y fumaban. Los tres bailarines y cantantes de fiesta se les acercaron y les cantaron. Les invitaron a bailar pero los viejos continuaron inmutables e impávidos, fumando, bebiendo y jugando. Sin apachurrarse por esto, los muchachos continuaron su rumbo hacia la esquina de mi calle. Desembocaron en la avenida Ditmas y continuaron por ésta hacia el este. Les vi alejarse, siempre haciendo jolgorio

Por varias noches mi visita y yo continuamos escuchando a mis vecinos cantar y reir mientras cenaban. Yo me alegré por y con ellos. Generalmente sobrios, incluso sombríos, durante esta fiesta les escuché gozosos, como todos los otoños.

El día después del fin del Sukkot, temprano por la mañana, desde mi cama les escuché desmontando su cabaña en el patio. Me entristecí un poco. Pero aún estaba mi visita en casa para alegrarme. Esta noche, sin embargo, ya está todo en silencio de nuevo.

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