Esta crónica en ViceVersa llega a destiempo pues hasta ahora pude publicarla: Despedida interoceánica en aguas neoyorquinas. Tsun-Hui y yo nos despedimos en junio cuando ella se fue al Japón. Fue una despedida triste pero apacible pues habíamos disfrutado plenamente una linda amistad.
Esta madrugada, despierto antes de que rayara el alba, pensaba en otras despedidas. Hay algunas que te duelen porque parece que se dan antes haber vivido la historia que había para vivir. Querés mucho a alguien, con amor sincero, pero sabés que no podés quedarte. Talvez cada uno quiere una historia diferente y, aunque los dos se esfuerzan, no logran conciliarlas. Igual tenés que llenarte de entereza, soltar lo que querías, e irte con amor y deseando el bien.
Hay en ello algo bueno: dejás a la otra persona libre y te vas libre. No te quedás atascado en el pasado, insistiendo en una posibilidad que no se va a dar, cuestionándote una y otra vez. Dejás a la otra persona en paz para que escoja lo mejor para sí misma y se rodee de quien ella quiera en su vida. Y vos podés vivir en el presente y mirar hacia el futuro, con corazón libre y dispuesto a vivir lo que te traiga.
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