La luz del final de la tarde iluminaba la piscina de Brooklyn College mientras yo nadaba el jueves. Disfrutaba los reflejos dorados en el agua cuando yo la desplazaba con mis brazadas. Nadaba con ganas, con vitalidad, dándole al agua mi mejor esfuerzo. Resolví superar la distancia que me había propuesto al principio del entrenamiento, aunque tuve que sacar energía de reserva y exigirme un poco más físicamente. Me deleitaba pensando que en la natación siempre vas para el frente, nunca para atrás. Tu última vuelta, tu última patada, tu más reciente brazada ya quedaron atrás. Buenas o malas, no te podés devolver a repetirlas. Solo tenés que dar la brazada y la patada presentes y visualizar las que están por venir.
"Esto", pensé, "es cultivar el espíritu de libertad". Para vivir la vida en libertad, sin temor - aspirando, por ejemplo, al amor pleno, al amor que te surge de lo más profundo del ser, de las entrañas y del corazón, sin repetir amores a medias, amores frustrados y frustrantes - no podés devolverte. Solo repetirías el pasado. Tenés que vivenciar el presente y forjar futuro, aunque te duela el cuerpo, aunque te duela el alma, aunque te duela el corazón por lo que queda atrás. Tenés que vivir encarando el presente con todo lo que te aparezca e imaginando un buen futuro. Tenés que bracear, patear y vivir en el aquí y ahora, atento a las nuevas posibilidades. Que la Vida nos dé fuerzas a mí y a las personas amadas para hacerlo.
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