sábado, 23 de septiembre de 2017

Bailar chorinho a paso de bolero

Fui a escuchar chorinho a Barbès antes de nadar en el YMCA. Tocaba Regional de NY, el grupo de choro que acostumbro escuchar cada vez que puedo para disfrutar y transportarme de Brooklyn a Brasil. Sobre todo me imagino en Santos: cuando vivía allí iba todos los sábados al final de la tarde a la plaza contigua al acuario, frente a la playa, a escuchar una roda de choro formada por unos viejitos súper gatos con sus instrumentos. Los tipos de Regional de NY son de mi edad, es decir, jovencísimos, al menos para esa música antigua y hermosa del Brasil de hace casi un siglo. 

Esta noche Regional era un cuarteto: un acordión, una pandereta, una guitarra eléctrica y una guitarra de siete cuerdas. Para mi gusto faltaban un cavaquinho y una flauta o un clarinete. Pero el cuarteto se la jugó bonito. Por momentos el acordión sacaba tonos de clarinete y la guitarra eléctrica imitaba un pizzicato de cavaquinho. Deleitaron a la audiencia con muchos chorinhos y un par de sambas.

Y tuve un momento de sagacidad, de insight, de epifanía, importante. Regional tocaba el choro lento y suave Migalhas de amor cuando me di cuenta que se podía bailar a paso de bolero. El panderetero marcaba el paso: un-dos-tres-pausa, un-dos-tres-pausa. Volví a ver si había alguna mesoamericana o caribeña para marcarle un bolero, pero no. Las brasileñas estaban acompañadas y las gringas no saben qué es un bolero. No importa. Hice el pasito de bolero solito y con cadencia. 

Regional siguió tocando algunos choros más animados, pero cuando interpretaron Cordas de Aço lo confirmé: se podía bailar ese choro a paso de bolero.

Cuando terminó el recital, a paso de bolero me fui caminando hasta la piscina.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario