domingo, 29 de enero de 2017

Del palco en la Cueva al Time Out

A. fue uno de mis buenos compas en el Monterrey. Le gustaba el fut, era saprissista y jugábamos en la sele del cole, yo de lateral izquierdo y él de volante creativo. Yo me ponía el 5, él la 10. Con otros compas nos la pasábamos jugando fut o vacilando en los recreos. Moreno, pelo lacio y ojos negros, sonrisa perfecta, era uno de los galanes del cole. Por lo menos de los que las compas decían que era guapísimo. En esa época él mae era tranquilo. Yo creo que era un poco tímido con ellas, o quizá simplemente lo que le interesaba era el futbol y los amigos. Luego estudio microbiología en la UCR, se doctoró en Alemania. Para entonces yo había jalado para la Yunai y nos perdimos el rastro. Me lo encontré años después, por medio de otra compa, cuando había regresado de Alemania. Nos encontramos varias veces, a través de los años, siempre con el grupo de compas, y nos llevábamos bien como en el cole. Pero no los veía hace unos cuatro años y a A. lo noté más interesado en verme, como en busca de amistad. 

El miércoles, me invitó al estadio Saprissa, osea, a la Cueva del Monstruo. Yo no iba hace años. Siempre he sido saprissista pero el futbol de clubes en Tiquicia hace tiempo me parece que anda muy mal, muy pobre. Tenía pereza de ir pero acepté porque me invitaba un buen amigo. Se ha hecho, junto con un grupo de amigos suyos, dueño de un palco. Ya no va a la gradería de sol, como en nuestro último año de colegio, cuando la S jugaba lindo e íbamos casi todos los domingos al estadio. El doctorado y la soltería le han generado oportunidad de algunos gusticos, como ese palco especial. Es una zona llamada Club Morado en la esquina noroeste del estadio. Hay barra de refrescos y comidas incluídas ya con la entrada. A. y sus compas se han hecho amigos de los saloneros y en las mañanas, horas antes de los partidos, meten furtivamente licor para matizar la noche de estadio. En esa zona se acomodan las WAGS (Wives and Girlfriends, como les dicen en Inglaterra a las esposas y novias de los jugadores) y por ahí andaba el presidente del club. Osea, es una zona V.I.P. Yo me concentré en el partido y no les presté atención. Lo mío, si voy al estadio, es es futbol. Las modelitos que se casan con jugadores poco me interesan. El partido fue mediocre. La S ganó, complicándose solita en el segundo tiempo. Pero para mí fue agradable regresar a la Cueva con mi compa.  

Luego me dijo que fuéramos al bar Time Out, cerca del estadio en Tibás. Allí estaban los amigos que normalmente van al estadio con A. Cuando llegamos, ya estaban borrachos. Eran cinco tipos, todos mayores que A., rayando los cincuenta años o ya superándolos. Y había dos muchachas veinteañeras, ambas de pelito largo, negro, lacio muy cuidado y ojitos café tueste oscuro. Una llevaba vestido vino tinto ejecutivo, la otra  blusita veraniega, sin hombros, con manguitas cortas y vuelos. Guapas, pero coquetas manipuladoras. Los cinco tarados, quinteto de borrachos, babeaban por ellas. Y ellas coqueteaban y se reían y aceptaban la invitación a los tragos. La del vestido resultó ser la asistente de uno de los chavalos, un pobre gordo adiposo, abotagado de tanto tomar guaro, que es gerente de un puesto de bolsa de un banco público. El tipo es casado, pero le dijo a la esposa que iba al estadio con los amigos, como siempre, y se llevó a la asistente al bar. La asistente le hacía caritas y ojitos, y cuando los otros le decían que siguieran la fiesta en otro bar, ella hacía vocecita de niña mimada y decía que no podía porque el jefe de ella era buena gente pero muy estricto con el horario. Y así por el estilo. Ella había invitado a su amiguita. Y los otros cuatro tarados, junto con el gordo, prefirieron ir a tomar al bar con tal de estar con dos chiquillas veinteañeras, que ir a disfrutar de su palco en el estadio. Es que el gordo ya les había mandado a todos fotos de su asistente en bikini en un viaje de negocios a Florida. ¡Y la flaca además llevaba amiguita!

Yo, como siempre, me limité a observar y a escuchar y a hacer cara de estar de acuerdo para que los tipos me contaran todo el rollo de lo que estaba aconteciendo sin que ellas supieran. ¡Pero si ellas bien sabían de qué se trataba! Cuando las dos chiquillas fueron juntas al baño, el sexteto, incluyendo a mi compa A., al unísono me pidió que les sacara una foto. Antes, retiraron de la mesa las carteras de la chicas para esconder cualquier rastro de su presencia. El objetivo: enviarle la foto a las esposas, diciendo "Mi amor, me atrasé un poquito, aquí estamos los seis".

Me pregunté qué pensaba A., el único soltero, de todo aquello. Pero no le pregunté. Sí pensé que si algún día soy así de patético, por favor alguien sáqueme de mi miseria y entiérreme sin nombre donde mis restos no estorben.

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