viernes, 13 de enero de 2017

Romeritos, tortillas y tertulia

"¿Qué planes tienes? ¿Quieres venir a mi casa a jugar Scrabble?" me escribió Jahel. No tenía planes. "¡Son momentos!" (Frase tica del siglo pasado que significa que nada me atrasa, son momentos y ahí estoy). Me reuní con Jahel, quien ahora es mi vecina por dicha, y su amigo Héctor, otro actor graduado del ENAT, que ha venido del D.F. a visitarla por algunos días. Jahel es medio veracruzana y medio del D.F. Él es puro "chilango" y buena gente. Vestido de negro, pelo negro y crespo, nariz ancha, pómulos altos, ojos pequeños y ¿grises?, sonrisa amplia, dientes pequeños, barbita entrecana muy recortada. Jahel, ojazos de avellana, también de blusa albinegra, jeans negros, tenis de lona blanca. Por dicha yo andaba una camiseta anaranjada estampada con faroles japoneses amarillos o hubiera parecido un velorio o una reunión de neoyorquinos. Pero el ambiente no tenía nada de velorio: bastaron unas tortillas de maíz, yuquitas, tortitas de camarón y romeritos, unas birritas para acompañar las boquitas, y las anécdotas de un par de actores para empezar una rica tertulia. Los romeritos eran novedad para mí: ¡qué delicia esa yerba y papa criolla en mole! Héctor los trajo ya preparados de México, junto con las tortitas de camarón. Las tortillas y yuquitas sí eran ticas. Linda combinación. ¡Qué ganas de ir a México! 

Por detrás del apartamento de Jahel corre el río Torres. Por momentos se escuchaba. Pero eran fugaces esos momentos. Entre la música de Cake, la conversación y un par de juegos de Scrabble, el favorito de Jahel, se nos hizo de madrugada. Recordé las reuniones con los y las compas de Latinoamérica (varias mexicanas) y España en Pensilvania durante el posgrado. Bastaba una mesa, algo de música, mucho de picar de todas las tierras y gentes, algo de tomar y nos la pasábamos rico conversando, bailando y riéndonos hasta la madrugada. Recordé también mi época de São Paulo, las madrugadas escuchando a Cake en el estéreo del carro de G mientras recorríamos las autopistas desiertas de la cidade. Pero sobre todo disfruté el momento presente con dos mexicanos alegres y pura vida en un rinconcito guadalupano.



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