Mientras ella preparaba el guacamole, puse música de Natalia Lafourcade para matizar, y bebimos una negra portuguesa, Super Bock Stout, que me había regalado C., la garota tico-mineira. Yo preparé los frijolitos molidos, las yuquitas y la corvina con cúrcuma y aceite de oliva al vapor. En eso llegó Xinia, mi hermanita menor, y listo: con tres ya era fiesta. Comimos: el guacamole estaba delicioso, esta actriz mexicana es una artista culinaria también. Conversamos de la vida, pues Jahel y Xinia comparten onda mística y lindos corazones. Escuchamos más música mexicana. De la Super Bock pasamos a la Bavaria Negra, pues Jahel y yo compartimos gusto cervecero.
En eso estamos cuando me llamó la garota mineira a ver si todavía estábamos reunidos. Un toque después llegó con generosos refuerzos: Imperial, más Bavaria, marañón tostado, aceitunas rellenitas de salmón, tostaditas de linaza y otros granos, y sobre todo, su jeito alegre y buena vibra tico-brasileña. Nos contó sobre su último viaje a Vietnam, Camboya, Laos, Corea del Sur, Palaos y China y nos dejó encantados con la aventura.
Jahel, mientras tanto, sugirió que escuchásemos Ángeles Azules Sinfónico y yo me encanté con esa cumbia sinfónica. ¡Qué lindo es México! Y como canta Benny Moré: ¡Qué bonito y sabroso bailan el mambo (y la cumbia) las mexicanas! Amargado aquel que en vez de darle la bienvenida a los mexicanos, quiere echarlos. Amargado, triste y desgraciado. Tan rico que es comer y bailar con ellos.
Cuando nos dimos cuenta, era de madrugada. Xinia se fue a dormir pues trabajaba temprano y dormiría poco. Nosotros nos quedamos un buen rato más tertuliando. Cuando ya no quedaba más cerveza ni energía, nos despedimos. Afuera, en el fresco aire de madrugada, bajo el sol estrellado, les di dos abrazos a cada una. Pa' que no me falten hasta verlas de nuevo.
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