martes, 31 de enero de 2017

Un pejibaye para el viaje al norte

El sábado me acosté a las 5 am, me levanté a las 8 am para despedirme de Xinia, me volví a dormir, me levanté a las 9:30 am para despedirme de Anto, me acosté media hora más pero no dormí y me levanté. Fui a desayunar donde mis papás pasaditas las 10 am. Habían ido temprano a la feria del agricultor de Guadalupe y mi papá había comprado pejibayes. Así que tomé el último cafecito casero acompañado de un pejibaye mientras conversaba con mis papás. Disfruté pelándolo, desprendíendole la cáscara rojiza para comerme el fruto naranja y fibroso de palma. Estaba bueno, pero no excelente, pues no es época de pejibayes. 

Luego me preparé para el viaje, pues no había empacado nada, ni siquiera un par de medias. Se me vino encima la hora del almuerzo, pero pude sentarme tranquilo a disfrutar comidita casera y de cuchara materna: ensalada, arroz, frijoles rojos, verduritas y un filete de corvina, para irme con el paladar y el corazón satisfechos. 

Al aeropuerto me llevaron mis papás, como siempre, como todos estos años de ires y venires de emigrante, gracias a la Vida. Demoramos hora y pico en llegar porque en el área metropolitana basta que se cierre un puente, como el de "la platina" sobre el río Virilla,  para que todas las vías de tránsito colapsen. Pero íbamos con tiempo y tranquilos, algo poco usual para mí. Y pudimos ver barrios y pueblitos de Heredia por los que no pasábamos hace años: Santo Domingo, Santa Rosa, La Valencia, y el Barreal hasta Cariari. Mi papá, sobre todo, observó los cambios de una zona que fue cafetalera y se ha hecho urbana e incluso industrial. Igual, nos apuntó un cafetal con casa típica al fondo, detrás de los tupidos cafetos, cuando lo pasamos. En el aeropuerto, un abrazo a cada uno, y luego otro, para que no me falten. 

Y otra vez al norte, vía Panamá, donde comí una empanadita de pollo carísima: "Con esto hubiera comido gallo pinto y tomado fresco de tamarindo dos veces en la soda Yogui's". Pero así no tuve que comer en el avión. Dormí sereno casi todo el vuelo a Nueva York. "La verdad, ese pejibaye me supo muy rico", pensé en un momento de breve lucidez entre sueños.

  

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