En todos estos años de andares por el mundo, he despedido a tantos amigos, y tantos me han despedido a mí, que uno pensaría que se puede acostumbrar. Pero no. En cada despedida, el amigo, la amiga, la persona amada, se lleva un pedazo mío. Y yo me dejo un pedazo de él, de ella.
Somos peregrinos en este mundo de encuentros y despedidas. Nuestro bordón es el amor. Nuestra esclavina es la amistad.
¡Que andés siempre con bien! ¡Salud! |
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