Y sin embargo la música en el tocadiscos - cumbias colombianas, folclore chileno, percusión árabe - me animaba y la conversación con mis amigos me interesaba tanto, que se me fue todo el domingo allí en su casa. Cuando salí, ya oscurecía.
Me sentí alegre: llegué a comer brunch a casa de unos amigos boricuas y terminé quedándome todo el día.
La experiencia me recordó mis primeros domingos en São Paulo, hace doce años. Yo recién llegaba de Gringolandia, donde generalmente cuando te invitan a alguna reunión o fiesta, de una vez te dicen a qué hora se acaba, para que no se te ocurra quedarte más. Pero en São Paulo mis amigos - Gelio, Alex, Flávia, Moranguinho y compañía - se encontraban los domingos para almorzar. Sabías a qué hora empezaba el ágape pero nunca a qué hora, ni dónde, terminaría la tertulia. ¡Me sentía tan libre y relajado!
Ayer, con mis boricuas, reviví aquella tranquilidad dominguera.
Tocadiscos Tres Dos regalándonos alegría colombiana |
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