La cinta retrata la vida de Star, una adolescente pobre y sin opciones de estudio y de vida en Oklahoma. Un poco al azar se une a un grupo de jóvenes que viajan juntos por el corazón de la Yunai, the heartland, vendiendo subscripciones de revistas para sobrevivir. Viajan en una van, duermen en moteles, inventan cuentos y mentiras para venderle suscripciones de revistas a quienes no las necesitan. El filme muestra bien varios aspectos de la pobreza y la desesperanza en la Yunai, un país donde ser pobre es un fracaso y un estigma. La belleza de los paisajes rurales y agrestes, por ejemplo, contrasta con la miseria de las masas que viven vidas en silenciosa desesperación: lives of quiet desperation, según la frase de Thoreau. En este sentido, el título de la cinta y de la pieza principal de la banda sonora es irónico. Nada que ver la vida de Star con la que describe la letra de la canción. Pero American Honey también retrata los sueños escondidos y las ganas de vivir de Star y sus compas.
Me volvieron los deseos de hacer un viaje por carretera, un road trip, que ya me había provocado Captain Fantastic. Pero este viaje sería distinto: sería para acercarme a rincones rurales, abandonados de la Yunai. No querría hacerlo por el medio oeste, como la cinta, pues ya lo he recorrido un poco: Indiana, Michigan, Illinois, Nebraska, Kansas, Misuri. Quisiera ir a Nuevo México, Nevada y Arizona: para cambiar de perspectiva como lo hice al cambiar de butaca en el Magaly, un cine en el que he soñado bastante.
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