sábado, 24 de diciembre de 2016

Buen día y Noche Buena

 一
El cielo brilla, el sol me acaricia. La gente va y viene entre los puestico de la Feria Verde. El río Torres corre y canta. Me siento bajo la sombra de los árboles junto al quiosquito a desayunar: dos tortas de yuca, un picadillo de arracache en tortilla de maíz palmeada y cocida en el comal y un yodito negro. Una banda - percusión, bajo, guitarra acústica y vocalista - interpreta música latinoamericana: candombé yorugua, danza afroperuana, samba y otros géneros. La llevo suave, no tengo prisa, soy como ave jugueteando en la brisa. Es un buen día.  


Nos sentamos en la sala de nuestra casa familiar. Intercambiamos regalos: son gestos, lo importante es que estamos todos juntos, gracias a la Vida. Hoy mi amiga venezolana Marisol me dijo, desde Lisboa, que le gusta la magia de estos días en que la gente hace una pausa para disfrutarse. Miro a mis papás sentados juntos en el sofá y a mis hermanas y mi cuñado lo sillones en torno y me alegro, aunque extrañamente ande yo un poco melancólico. ¿Cómo se puede estar alegre por lo presente y melancólico por algo vago e inefable a la vez? No sé. Se puede. Luego pasamos a la mesa del comedor. Aunque la cena de esta noche es sencilla, hay abundancia: ensalada de lechuga, zanahoria, tomate y remolacha; arroz blanco con trocitos de zanahoria (vitamina A para todos y para mi papá); frijoles negros molidos; tamales a la tica de doña Lidieth, vecina de Lagunillas, con gusto a cocina de leña; y corvina a la naranja, horneada, con aceitunas y alcaparras. Saboreamos. Comentamos. Conversamos. Vivimos. Disfrutamos. Es una Noche Buena.

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