Lo dicho: la gente que quiere verse, se encuentra y se ve, y la que sale con rollos es que no le interesa. De última hora una compa me salió con rollos y me vi "plantado" para bailar cumbia con Yotoco. Pero ya he aprendido a que nadie me atrase e igual fui a Drom. Me pegué una bailadita con una morenita y otra con un grupo alegre de gente latina que andaba disfrutando. Luego, mientras tocaban los Underground Horns, conversé un poquito con Sebastián y Natalia, los cantantes de Yotoco. Pero la música, por ratos africana, por ratos haitiana, invitaba al movimiento, y al final terminamos bailando. Luego en la pista los perdí de vista y cuando reaparecieron los de Yotoco, estaban en el escenario tocando las últimas tres piezas con los Horns: a la tuba, el trombón, la trompeta y el saxofón de éstos, le añadieron sus congas, güiros, claves y guitarra.
Apenas terminaron, busqué mi abrigo, salí al frío, caminé unas cuadras por el Lower East Side hasta la estación del tren F y regresé a Brooklyn. Veinticinco minutos después estaba en Barbès escuchando choro y forró brasileños. La banda, Sanfona Summit, era inusual: tres sanfonas (acordeones) y una batería. Los acordeonistas, Vitor Gonçalves, Felipe Hostins y Rob Curto, son todos excelentes. Por ello, con tres acordeones y un acompañamiento de percusión, animaron una buena fiesta de forró. Había mucho gringo y se movían a lo que les salía. Pero había una pareja de viejitos que bailaba muy bien. Él era muy blanco, de pelo completamente canoso, y vestía suéter azul, jeans celestes y tenis oscuras; ella era morena piel canela, de rizos castaños, coqueta y arreglada con su vestido crema y zapatos de tacón alto. Parecían una paraja un poco dispareja. Pero bailaban muy abrazados, paso con paso al ritmo y sien contra sien. Se veían felices. Con esa imagen en mente y la música aún en mis sentidos, regresé caminando a casa.
Apenas había pasado la media noche, pero yo ya había estado en Colombia y Brasil. Linda forma de pasar el último viernes por la noche antes de viajar.
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