martes, 20 de diciembre de 2016

Fiesta en casa de doña Luz

Mientras me acercaba, en la suave luz de la tarde decembrina vi a mi papá de pie en el antejardín, frente al corredor de la casa de mi abuela Luz, su suegra. Mi Tata andaba de guayabera morada, pantalón blanco y boina y estaba de espaldas. Me alegré de verlo allí, de pie. Recordé a mi abuelo Hernán: ¿cuántas veces lo encontré allí también, guayacán de pie, en el corredor de su casa, viendo gente pasar y sonriéndonos para recibirnos a alguna celebración del día del Padre, de la Madre, de Navidad o Año Nuevo? Aunque ya han pasado once años, todos lo recordamos. Todos. Y este domingo estábamos todos reunidos: mi abuela, todos mis tíos y tías, primos y primas de varios grados, una tía abuela, un tío abuelo y hasta la bisnieta de doña Luz, mi prima segunda más joven. Conversamos, vacilamos, almorzamos arrocito con pollo bien del campo cargadito con pasas para darle un toque dulcete, tomamos café con bollitos de pan dulce y bailamos mucho. Mi tío Hernán le añadió a su equipo de sonido y a su repertorio musical de disk jockey profesional, aparatos de discoteca: luces multicolores y aparatos de hacer neblina. Empezamos con cumbia, como siempre, el ritmo de la familia Badilla, pero hubo para todos los gustos: salsa, merengue, paso doble, twist, rock y hasta disco. Las más gatas fueron Nelly y Luz, las hermanas Quirós que todavía le hacen honor a las fiestas bailables de mi bisabuelo Manuel. El más gato, Julio, hermano de mi abuelo Hernán, quien todavía tiene la agilidad y gracia que desplegaba de joven por todos los salones bailables de San José y más allá. Yo realicé mi sueño de ser estrella al estilo Saturday Night Fever. John Travolta no es nada a la par de cómo me imagino yo que me veo cuando hago los pasos bailando música de los Bee Gees. Mi mamá le dio un toque bonito a la reunión con unas palabras de agradecimiento, seguidas de otros discursos de recuerdos familiares. Después del atardecer cada quien fue tomando su rumbo. Al final quedamos Hernán y yo conversando sobre música y la vida en el patio y mi abuelita viendo tele en la sala. Ya habíamos disfrutado un domingo feliz, en familia.

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