domingo, 5 de marzo de 2017

En la Selva Negra con Tsun-Hui

Del concierto de taiko en BAM, Tsun-Hui y yo nos fuimos a la Selva Negra alemana. No al bosque de verdad - en cuyas cercanías estuve en la suiza Basilea, ciudad bañada por el Rhin - pero que no llegué a conocer, sino la cervecería Black Forest Brooklyn en Fulton Street. La decoración es rústica: paredes de ladrillo oscuro descubierto, bancas y mesas de madera. La atención es mediocre. Pero Tsun-Hui se comió una lange rote bratwurst o algo así (de alemán no sé ni jota), una salchicha especialidad de Freiburgo que estaba jugosísima y que parecía deliciosa. Muy de vez en cuando me da pena no poder comer ya salchichas: anoche fue una de ellas. En compensación, primero pedí medio litro de una pilsen, Radeberger, que estaba rubiecita y refrescante. Pero después, animado por la conversación con mi amiga de aventuras brooklynianas, pedí trescientos mililitros de otra pilsen, Rothaus Tannenzapfle. El menú prometía agua de fuentes de la mismísima Selva Negra, maltas y lúpulos fresquísimos y fermentación y elaboración perfectas. Y era verdad. "Ay, Dioniso, aunque seás dios griego y lo tuyo sea el vino, esta birra de seguro es parte de tu colección". ¡Qué delicia! Nunca había tomado una birra tan suave, tan leve, tan hermosamente dorada, tan dionisíaca, tan "desce redondo", como dicen los brasileños. Después de beberla, ya no quise tomar más. ¿Para qué? Era mejor saborear el momento, disfrutarlo, alargarlo. Cuando dejé a Tsun-Hui en su estación en el Atlantic Center y regresé a la mía en Fulton Street, caminaba sobre el aire. Estaba en Olimpo con Dioniso.


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