lunes, 27 de marzo de 2017

Un poquito de choro, otro poquito de cumbia

El viernes me parecía, por los períodicos y los chats, que toda Tiquicia esperaba ansiosa el partido de la Sele tica en México. Pero así como cuando se espera que Costa Rica pierda, gana, cuando se espera que gane, pierde. Entonces en vez de buscar un restaurante mexicano o un bar latino para ver el partido, me fui a pasear musicalmente por Brasil y Colombia sin moverme de Barbès. Tuve razón. Los ticos nos quedamos en hablada de otro Aztecazo, pero al menos yo disfruté.

Esperaba que Regional de NY se presentara con una formación que les permitiera pasar del choro al forró, para bailar ritmos nordestinos. Tenía ganas. Pero aunque llegó el acordionista, faltó percusión. En cambio, esta vez ofrecieron algo inesperado e interesante. Eran cinco intrumentos: la guitarra, el acordeón, la pandereta, la mandolina y, para mi sorpresa, un violoncello. Y así organizaron una roda de choro inusual, sin viento: ni flauta, ni clarinete, ni saxofón pero con una violoncello. En un momento especial, se le unió una vocalista, una cantora de samba de piel dorada, ojos verdes, rizos rojizos y voz cálida que intrepretó sambas de Cartola. Eso me recordó a Analúcia, la morena paulista de rizos negros y sonrisa amplia que me presentó no solo a Cecília Meireles con su propia animación del poema "Pescaria," sino al samba de raíz con su tema favorito, "A Sorrir (O Sol Nascerá)" de Cartola. Pero de la ensoñación pronto regresé a Barbès porque tenía a una bahiana cantando ahí mismo, y del samba de Cartola pasó a interpretar piezas de Dorival Caymmi. Luego los músicos regresaron al choro y cerraron con una versión sensacional de "Um a Zero" de Pixinguinha. ¡Qué maravilla! Mi primer cd de choros de Pixinguinha también me lo grabó Analúcia. Pero esta versión me gustó en particular porque cada músico tocó un solo de la melodía principal: primero el cello, luego la mandolina, de seguido el acordeón y finalmente la guitarra, antes de que el panderetero improvisara un solo sensacional de percusión para cerrar todos juntos de nuevo con la melodía principal. ¡Qué delicia!

Ya eso habría sido suficiente deleite musical para una noche. Pero yo andaba goloso y quería cumbia y marchas colombianas interpretadas por Chia's Dance Party. El líder del grupo, Martín Vejarano, es un tipo buena gente y excelente músico que ya me había alegrado la vida junto con uno de sus otros conjuntos, Cumbia River Band.  En éste es clarinetista y pensé que ese era su instrumento, como Xinia en sus inicios, pero resulta que es principalmente percusionista y con Chia's Dance Party toca batería. La formación del conjunto era también muy especial, percusión y viento metal nada más: batería, saxofón soprano, saxofón alto, tuba y bombardino o eufonio. Éste último yo ni lo conocía pero resulta que es "uno de los ejes de la cultura musical del Caribe" colombiano. La música de Chia's tiene raíces populares y folclóricas, pero las composiciones y los arreglos de Martín son sofisticados. Él le ponía toda la energía a la batería y la voz y los demás se fajaban con sus instrumentos. El músico del sax soprano era Lívio Almeida, un paulistano que ya había conocido por medio de M. S.-A., la chilenita de los rizos castaños.  En el intervalo lo saludé y de hecho me confirmó que a los arreglos de Martín había que entrarles con todo, que era música que demandaba toda la energía física del instrumentista. Se notaba. Pero para eso estamos los bailarines de la audiencia, para acompañarlos. Entonces también le dimos con todo al baile, a paso de cumbia pero de vez en cuando con marchas y ritmos complejos que te obligaban a escuchar y dejarte ir un poco.

Y así me dejé ir. Como lo veía venir, los ticos en la cancha del Azteca esta vez no hicieron nada. Pero yo me la pasé rico, de Brasil a Colombia con el choro y la cumbia experimental.

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