Estalactitas de hielo translúcido
penden aún de las canoas de las casas
de ladrillo rojizo y negros techos de pizarra.
Refractando la luz del sol,
cuelgan también de las ramas
de los deshojados plátanos de sombra
a lo largo de mi cuadra.
El blanco manto de la última nevada
cubre todavía la negra tierra del jardín
y las laderas del bosque en Prospect Park.
Pero he escuchado hoy las primeras notas
de una bandada de gorriones regordetes
que se han posado en las ramas de un roble.
Anuncian la primavera que no ha llegado
pero alma, cuerpo y corazón anhelan ya.
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