Cuando entré, ya tocaban con alegría sus cumbias originales y otras con arreglos interesantes para clarinete, tuba, acordeón, batería, tambor alegre y guitarra eléctrica. Pero casi nadie bailaba, solo una pareja de gringos animados y una pareja de latinos, o al menos que se movían como colombianos, sobre todo él muchacho afrolatino que ya había visto bailando bullerengue y tocando un poquito de tambor alegre con Bulla en el Barrio. Sin pensarlo, yo me lancé a la pista: me puse a bailar de una vez mientras me quitaba el abrigo y la sudadera encapuchada. Las coloqué en el rinconcito donde siempre las dejo y seguí bailando. Y quisiera pensar que mi función en el cosmos es alegrar bailes, porque la gente que tenía miedo de bailar sola se fue sumando: un señor latino que resultó ser Julio César el colombiano, una señora gringa que no le pregunté el nombre porque le estaba enseñando el paso, un señor gringo que pensaba que la banda se llamaba Colombia River Band y creo que no sabía qué era cumbia pero igual se movía y demás. Al rato se levantó una parejita: un gringo con una asiática. Como la amiga se quedó sentada, la saqué a bailar. Y la tailandesa animada y de manos suaves agarró rapidito el ritmo. Después Martín, el líder de la banda, armó una rueda de baile y todo el mundo se lanzó. De ahí ya nadie se sentó.
Hubo pausa y la amiga se llevó la tailandesa para afuera. Yo me acerqué a conversar con el bailarín afrocolombiano, un tipo elegante para bailar y siempre sonriente que pasa buena vibra y además vestía camiseta albinegra con una imagen de Don Quijote de la Mancha. Conversando lo entrevisté. Es bogotano, creció en Queens, era triatlonista pero ahora es ultramaratonista. Viaja por toda la Yunai entrenando o compitiendo en maratones de 50 millas, 100 millas y más. En algunos meses correrá 135 millas en Death Valley en Arizona. Y cuando está en Nuyork, entrena, estudia percusión y toca un poquito en público. Lo mejor, era un tipo buena gente. Se nos pasó rapido la pausa y volvimos todos al baile con la Canoa Ranchá. Camilo sacó a la tailandesa y no la soltó en todo el segundo set. Pero yo me alegré. Saqué a la señora gringa e igual disfruté bailando la "Cumbia Coqueta".
A fin de cuentas, salió todo bien: hora y media bailando con la Cumbia River Band. Al irme, me presenté y felicité a los músicos, me despedí de Camilo, también de la muchachita tailandesa, Eida, y regresé a casa. De feria, caminando por el barrio me encontré a Niall que venía de tocar en el Song Club del colectivo BigCity Folk. Nos abrazamos, pues no lo había visto desde que regresó de la mini gira por Europa, y lo invité a almorzar en mi casa hoy viernes. Qué buena idea fue salir.
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