El jueves di gracias a la Vida con mi gente irlandesa Smith-Connolly-McCarthy en Dobbs Ferry, un pueblo en la ribera del Hudson al norte de la ciudad de Nueva York. Cenamos y bebimos y cantamos y reímos y hasta bailamos, porque la gente irlandesa es alegre. Luego dormimos en paz, cuatro años después del huracán Sandy.
Mientras dormíamos, una cabeza de agua causada por el huracán Otto descendía por las laderas del volcán Miravalles para arrasar a Guayabo de Bagaces. Otra cabeza de agua también bajaba de un cerro en las cercanías del Miravalles para azotar a Bijagua de Upala.
Han muerto varias personas, aún hay bastantes desaparecidas y los vecinos lo perdieron prácticamente todo. Hay 7,000 personas en albergues, y entre éstas, 1,200 son refugiados haitianos que están de paso por Costa Rica. De su país devastado por otros huracanes y terremotos, muchos haitianos emigran a Brasil y luego viajan por tierra hasta la Yunai. A estos los alcanzó otro huracán cerca de la frontera entre Costa Rica y Nicaragua.
Duele todo esto. Pero uno escucha a los sobrevivientes y siente que, como toda la gente en todo el mundo ante la adversidad, mantienen el coraje y la dignidad. Ni bien ha pasado la tormenta, han empezado a levantarse, con una fortitud bastante estoica.
Hoy no podía escribir sobre otra cosa. Quise poder honrarlos, aunque fuera con algunas palabras escritas aquí, en estas tierras lejanas, en donde convivo con gente que también ha sabido levantarse de los estragos de un huracán.
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