sábado, 19 de noviembre de 2016
Una caminata restauradora por Prospect Park
Me desperté aún triste, con desazón y vacío en medio pecho, por el señor que poco pude ayudar ayer. Me acordé de la sensación táctil de haberlo tomado por su mano callosa, fría y sucia. Pobre hombre. Desayuné y pensé que sería mejor rodearme de gente, ir a leer a un café quizá. Pero le escribí a M, mi amiga bengalí, a ver si estaba estudiando en la Biblioteca Pública de Brooklyn. "Sí". Preparé mis cosas y atravesé todo Prospect Park por el medio, de sur a norte, hasta Grand Army Plaza. De camino, me deleité con el brillo de la suave luz otoñal y los dorados y naranjas de las hojas que aún resisten en las ramas o han caído y salpicado de color el verde del zacate. Llegué sereno a la sala de lectura donde M estudiaba para sus exámenes de admisión a la carrera de medicina. Me senté frente a ella, en una esquina de la mesa donde la luz del sol me pegaba de lado y me calentaba. Leí los ensayos de mis alumnos y alumnas toda la tarde con interés. A veces, cuando la sociedad te golpea, la naturaleza te restaura.
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